Malditas casualidades. Estaba visitando a mi amigo John en su apartamento de Sunset Boulevard. Estábamos muy borrachos cuando dieron las ocho. Dormía muerto sobre el sofá y yo buscaba un cigarrillo como un loco. Abría cajones y armarios, pero no encontraba nada por ningún lado. Entonces, se me ocurrió meter la mano en el bolsillo de su chaqueta. John es un fumador empedernido y me parecía imposible que se pudiera quedar sin tabaco un viernes por la tarde. Cuidadosamente doblados, tenía unos folios en el bolsillo interior. Los saqué: «Programa de descriogenización» y «Lista de personas descriogenizables por impago de cuotas». Fui a la cocina y me preparé un café muy cargado. Me senté y comencé a leer:
Querido John,
Tal y como hablamos el otro día, estamos llegando a una situación que pronto será insostenible. En estos momentos los ingresos de la mitad de los clientes tienen que ser reinvertidos para mantener a la otra mitad. Prácticamente nos hemos quedado sin fondos y no quiero ni imaginar lo que podría pasar si fallara el programa para los que llevan los pagos al día. Teniendo en cuenta la clase social que frecuenta nuestros servicios, no tendríamos ninguna oportunidad de salir bien parados de ésta. Por ello, tal y como te comenté, tendremos que deshacernos del material que difícilmente será recuperable en un futuro próximo. El objetivo: acortar gastos, mantener el negocio y tener contentos a las fundaciones y familias que aún pagan las cuotas de sus fiambres. Adjunto te paso la lista del material descriogenizable. Échale un vistazo y vete pensando qué hacemos con ellos: David Niven; Gregory Peck; Marilyn Monroe; John Wayne; Humphrey Bogart; Greta Garbo
Un abrazo, Patrick Smither.
Yo no podía salir de mi asombro. Me puse la chaqueta y escribí una nota: «Voy a comprar tabaco». Me senté en una terraza. En Sunset Boulevard puedes estar toda la noche viendo pasar gente; patinadoras, músicos, voyeaurs, exhibicionistas, y sin embargo sentir la soledad del desierto. Encendí un cigarrillo. Se me ocurrió una idea. Si resucitar a todos esos actores fuera posible, con una pequeña inversión extra la tajada sería jugosa. Sin embargo, estaba seguro de que la empresa de John y Patrick no estaba en situación de hacer frente a una superproducción. La idea era proponerle a John «comprarle» los actores descriogenizables y reciclarlos por mi cuenta. Llamé a la camarera para pagar. Era ella, Marilyn, y tenía el logotipo de la carta en un rótulo sobre la blusa: «FutureZombi & Co». Y puedo jurar que un tipo de color tocaba As time goes by al piano y Humphrey fumaba a su lado. No esperé a que John Wayne sacara su revólver para salir de allí corriendo.
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