Llevaba engañando a su mujer, desde que eran novios. Alprincipio de forma esporádica, después se convirtió en algo más habitual y, al
final, termino convirtiéndose en su cita obligada de los martes por la tarde. Se
detestaba por no ser capaz de confesar y quitarse ese peso de encima que es lo prohibido, tan placentero como asfixiante. Estaba enganchado, era un enfermo incapaz de dejarlo. Hacía todo tipo de malabarismos para no ser descubierto infraganti, cambiaba de lugar en cada ocasión y vigilaba bien sus
espaldas para que no le viera ningún conocido. En el trabajo nunca sospecharon nada porque era comercial y no se extrañaban de que tuviera
que hacer una visita a esas horas, era tan eficiente que su credibilidad era máxima. Cuando por fin llegaba a su destino de cadamartes siempre orquestaba el mismo ritual, compraba la entrada, una botella de agua y
unos dulces, nada que hiciera demasiado ruido. Se enfrentaba a la pantalla en negro con la inocencia de un niño y con la emoción de la primera vez. El cine había sido su fiel amante, siempre lo deslumbraba, lo emocionaba, lo hacía navegar a otras vidas a otros lugares. No le gustaba compartir eso con nadie, ni siquiera con su mujer y ella no lo entendería, no podría asumir que él no quisiera compartir esa parcela de su alma. Cuando la pantalla se iluminaba a
él le aleteaban mariposas en el vientre y esperaba todo de esas dos horas clandestinas. Su amante era irregular, unas veces lo dejaba pleno y satisfecho y otras simplemente lo complacía de una forma mediocre, pero el volvía cada martes, fiel, a por más. Y es que el placer de la ilusión y la promesa de lo desconocido, para él ya eran suficientes. Nunca confesaría, se reafirmaba cada vez que volvía a casa los martes por la tarde, porque besaba a su mujer con más pasión, porque se volvía mejor padre y, por momentos, mejor persona. Aquellas dos horas secretas eran su tesoro, eran una constante que lo mantenían prendido al hilo de la cordura. Y aunque su mujer no lo supiera, y jamás pudiera comprenderlo ella era más feliz gracias a esos minutos robados a los martes por la tarde.
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