DIARIO DE PUTAS Y BARES (por Federico José Primaveras Adolescentes)
18 de mayo de 1964. Nueva Orleans.
Eric Burdon me acaba de llamar. Han terminado con la grabación de su single sobre el famoso prostíbulo de una tal Marianne Le Soleil Levant que esta regentó aquí entre 1862 y 1874 y la coincidencia hace que me pique la curiosidad. Me dirijo a la calle St. Louis St. donde estuvo ubicado el local. Por más que pregunto nadie me sabe decir nada con certeza con lo que me quedo sin material para el artículo que tengo que escribir sobre el lanzamiento del single de Eric. Pero al salir del edificio una anciana muda me para y me da una carta muy antigua y desaparece entre la multitud de la procesión que sigue a un entierro tradicional de la ciudad. Al llegar a mi hotel abro la carta y la leo: “Querida mamá, hay una casa en Nueva Orleans a la que llaman El Sol Naciente. Ha sido la ruina de muchos chicos pobres y yo soy uno de ellos. Como papá, he acabado en Nueva Orleans y el juego también me está consumiendo. Cada vez que me levanto y me visto me acuerdo de tí y de mis viejos “Bluejeans” que cosiste para que pudiera seguir poniéndomelos. Ahora lo único que tengo es una maleta y un árbol en el que recostarme y solo estoy sobrio cuando te escribo. ¡Oh, madre! Dile a mis hermanos que no hagan lo que yo he hecho, malgastar sus vidas en pecado y miseria en la casa del sol naciente...Bueno, ahora tengo un pie en el arcén y otro en el tren y voy de vuelta a Nueva Orleans pero con una bola y una cadena...ya te contaré porque”. Estaba sin firmar. La anciana...¿sería la madre del chico, su hija o una de las prostitutas que lo acogieron en su seno? No lo sé pero ya tengo artículo.
4 de julio de 1969, Memphis.
Me despierto en la barra de un bar empapado en ginebra. Una chica se acerca y se me insinúa. Yo estoy tan borracho que soy incapaz de hablar, me tambaleo y caigo redondo al suelo. Ella me levanta, me coge sobre su hombro y me sube a su habitación. Me recuesta sobre su cama y empiezo a balbucear sobre mi ex-mujer, sobre nuestra vida en Nueva York, lo duro que ha sido para mí y los meses que llevo dando tumbos de un lado hacia otro. Entonces nos desnudamos, me cubre de rosas, coloca un espejo sobre la mesita de noche, saca una bolsita y esparce el polvo blanco. Prepara dos buenas raciones...engulle mi enrome lengua...sopla unos gramos de vida en mi nariz...despeja mi mente...así son las mujeres del Honky Tonk.
14 de febrero de 1970, Chicago.
Es el día de los enamorados. Debería ser un día alegre, pero Pamela se ha largado con un italiano y yo estoy cantando mis canciones tristes en un bar llamado Morrison Hotel. Entre canción y canción, entre whisky y whisky, veo entrar a una joven que aparenta casi veinte años más de los que tiene. Lleva un vestido rojo raído al que a penas le quedan lentejuelas y unos zapatos de tacón por el que asoma algún dedo. Cuando termino el primer pase bajo del escenario y me dirijo a la barra donde está la joven. Después de dos rondas me cuenta que vivía en una colina a las afueras con su padre, el cual se emborrachaba y no la dejaba en paz, día tras día abusando de ella por lo que decidió mudarse a Tangie Town. Al llegar a esa ciudad empezó a montárselo con todos los que podía para olvidarse del viejo, enrrollándose con quien le pagara una cena y una noche de hotel. Así fue de ciudad en ciudad, a pie, a dedo, con quién la llevara y así acabó en ese bar con los zapatos destrozados. - Ahora, si estás triste y te sientes mal, sal y cómprate unos zapatos.- Le di unos billetes, subí al escenario y le dediqué esta canción:
Hija ilegítima de una estrella de rock,
mamá conoció a papá en la trasera de un Ford.
Soy un viejo blues man y sabes que yo
que estoy cantando el blues desde que el mundo empezó.
18 de noviembre de 1976, Nueva York.
Son las dos de la mañana voy caminando por la calle 53, hace mucho frío y empieza a llover. Al llegar a la esquina con la tercera y ya casi calado hasta los huesos encuentro un pequeño bar abierto y entro a resguardarme. Allí encuentro a un antiguo boina verde (Dee Dee creo que leí en su guerrera) con las manos ensangrentadas y temblorosas intentando engullir un black jack doble. Cuando consigue tragar, hago alusión a sus manos pero él ni se inmuta y empieza a contarme una historia. Me habla de sus problemas tras volver de Viet Nam y de lo que le ha costado encontrar trabajo. Tras intentarlo durante meses y tras agotar la poca calderilla que le proporcionó el ejército no le quedó más remedio que quedarse en esa esquina aprobar suerte con el sexo, sin embargo tras semanas de quemar acera solo le entró un hombre. Y le daba igual, pero a la hora de pagar el individuo se negó y nuestro boina verde enloqueció y le clavó una afilada cuchilla hasta que lo desangró. Ahora le persigue la policía, pero le da igual, si, demostró que no era un tonto y que seguirá luchando o morirá huyendo de los chicos de azul.
18 de mayo de 1964. Nueva Orleans.
Eric Burdon me acaba de llamar. Han terminado con la grabación de su single sobre el famoso prostíbulo de una tal Marianne Le Soleil Levant que esta regentó aquí entre 1862 y 1874 y la coincidencia hace que me pique la curiosidad. Me dirijo a la calle St. Louis St. donde estuvo ubicado el local. Por más que pregunto nadie me sabe decir nada con certeza con lo que me quedo sin material para el artículo que tengo que escribir sobre el lanzamiento del single de Eric. Pero al salir del edificio una anciana muda me para y me da una carta muy antigua y desaparece entre la multitud de la procesión que sigue a un entierro tradicional de la ciudad. Al llegar a mi hotel abro la carta y la leo: “Querida mamá, hay una casa en Nueva Orleans a la que llaman El Sol Naciente. Ha sido la ruina de muchos chicos pobres y yo soy uno de ellos. Como papá, he acabado en Nueva Orleans y el juego también me está consumiendo. Cada vez que me levanto y me visto me acuerdo de tí y de mis viejos “Bluejeans” que cosiste para que pudiera seguir poniéndomelos. Ahora lo único que tengo es una maleta y un árbol en el que recostarme y solo estoy sobrio cuando te escribo. ¡Oh, madre! Dile a mis hermanos que no hagan lo que yo he hecho, malgastar sus vidas en pecado y miseria en la casa del sol naciente...Bueno, ahora tengo un pie en el arcén y otro en el tren y voy de vuelta a Nueva Orleans pero con una bola y una cadena...ya te contaré porque”. Estaba sin firmar. La anciana...¿sería la madre del chico, su hija o una de las prostitutas que lo acogieron en su seno? No lo sé pero ya tengo artículo.
4 de julio de 1969, Memphis.
Me despierto en la barra de un bar empapado en ginebra. Una chica se acerca y se me insinúa. Yo estoy tan borracho que soy incapaz de hablar, me tambaleo y caigo redondo al suelo. Ella me levanta, me coge sobre su hombro y me sube a su habitación. Me recuesta sobre su cama y empiezo a balbucear sobre mi ex-mujer, sobre nuestra vida en Nueva York, lo duro que ha sido para mí y los meses que llevo dando tumbos de un lado hacia otro. Entonces nos desnudamos, me cubre de rosas, coloca un espejo sobre la mesita de noche, saca una bolsita y esparce el polvo blanco. Prepara dos buenas raciones...engulle mi enrome lengua...sopla unos gramos de vida en mi nariz...despeja mi mente...así son las mujeres del Honky Tonk.
14 de febrero de 1970, Chicago.
Es el día de los enamorados. Debería ser un día alegre, pero Pamela se ha largado con un italiano y yo estoy cantando mis canciones tristes en un bar llamado Morrison Hotel. Entre canción y canción, entre whisky y whisky, veo entrar a una joven que aparenta casi veinte años más de los que tiene. Lleva un vestido rojo raído al que a penas le quedan lentejuelas y unos zapatos de tacón por el que asoma algún dedo. Cuando termino el primer pase bajo del escenario y me dirijo a la barra donde está la joven. Después de dos rondas me cuenta que vivía en una colina a las afueras con su padre, el cual se emborrachaba y no la dejaba en paz, día tras día abusando de ella por lo que decidió mudarse a Tangie Town. Al llegar a esa ciudad empezó a montárselo con todos los que podía para olvidarse del viejo, enrrollándose con quien le pagara una cena y una noche de hotel. Así fue de ciudad en ciudad, a pie, a dedo, con quién la llevara y así acabó en ese bar con los zapatos destrozados. - Ahora, si estás triste y te sientes mal, sal y cómprate unos zapatos.- Le di unos billetes, subí al escenario y le dediqué esta canción:
Hija ilegítima de una estrella de rock,
mamá conoció a papá en la trasera de un Ford.
Soy un viejo blues man y sabes que yo
que estoy cantando el blues desde que el mundo empezó.
18 de noviembre de 1976, Nueva York.
Son las dos de la mañana voy caminando por la calle 53, hace mucho frío y empieza a llover. Al llegar a la esquina con la tercera y ya casi calado hasta los huesos encuentro un pequeño bar abierto y entro a resguardarme. Allí encuentro a un antiguo boina verde (Dee Dee creo que leí en su guerrera) con las manos ensangrentadas y temblorosas intentando engullir un black jack doble. Cuando consigue tragar, hago alusión a sus manos pero él ni se inmuta y empieza a contarme una historia. Me habla de sus problemas tras volver de Viet Nam y de lo que le ha costado encontrar trabajo. Tras intentarlo durante meses y tras agotar la poca calderilla que le proporcionó el ejército no le quedó más remedio que quedarse en esa esquina aprobar suerte con el sexo, sin embargo tras semanas de quemar acera solo le entró un hombre. Y le daba igual, pero a la hora de pagar el individuo se negó y nuestro boina verde enloqueció y le clavó una afilada cuchilla hasta que lo desangró. Ahora le persigue la policía, pero le da igual, si, demostró que no era un tonto y que seguirá luchando o morirá huyendo de los chicos de azul.
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