LA FOTOGRAFIA
Aquel último día del año prometía ser de lo más normal. Enmarcado en una Navidad, por diversas circunstancias, atípica y triste. Sin embargo, esas desconocidas fuerzas que, por extrañas razones, son capaces de aliarse para enderezar caminos, cambiar colores o dibujar sonrisas, aquel día decidieron, a través de un pequeño detalle, iluminarme una plomiza mañana.
Resulta curioso observar los efectos que nos pueden causar esos sencillos, pequeños e inesperados regalos, pero que a la vez dicen tanto de la bondad y grandeza de quienes los realizan, otorgando a quienes los reciben un autentico momento de felicidad. En mi caso, una fotografía. En blanco y negro, reflejando el mucho tiempo que ha pasado, aparecemos un grupo de escolares, posando en grupo, durante un bonito día de excursión. Creo que teníamos seis o siete años y en el centro, aparece la que fue durante tres años, nuestra primera profesora, quien, hace poco, encontró la foto y con la ayuda de una exalumna que también sale en la fotografía, se han encargado amable y desinteresadamente de hacérnosla llegar. Vaya desde aquí mi más sincero agradecimiento para las dos. De momento creo que omitiré nombres, así como la publicación de la citada foto que tras comentarlo con los interesados y si lo creen conveniente, publicare en mi blog.
La verdad es que mirando la foto creo que podía haber contribuido a aumentar la desazón de aquel mal momento, pero curiosamente fue todo lo contrario, consiguió además de hacerme reír, pasar el resto del día contento y feliz. Creo que es mejor aceptar las cosas como son, que el tiempo pasa y lo mejor es vivir viéndolo pasar y asumir que sus evidentes resultados pueden resultar graciosísimos. Y es que es tan agradable verte de niño, con tu cara de niño, rodeado de tus primeros compañeros de clase y juegos, con quienes compartimos tantas cosas. No podía dejar de mirarla, de observar, por ejemplo, como nos vestían nuestras madres por aquella época, en plena transición política, por cierto. Es como hacer un viaje por el tiempo. Cortes de pelo a tazón (a algunos ya nos queda poco) pantalones acampanados, jerséis con difíciles estampados, calcetines por la rodilla dejando ver el moratón o el arañazo, grandes cuellos para las camisas y chubasqueros, por si llueve. Algunas amplias e inolvidables sonrisas, otras de “no me muevo que si no no salgo” y algunas otras de “termina ya, que me voy a ver a los monos” pues estábamos en el zoo.
Y en el centro del grupo, arropándonos con su inolvidable presencia, la que fue nuestra primera profesora, realizando la tan importante y difícil labor de enseñarnos las primeras cosas. Me gustaría también, a través de este escrito, hacer un sincero, agradecido y respetuoso homenaje a todos aquellos que fueron mis profesores, cuyas enseñanzas y ejemplo tengo presentes cada día. GRACIAS A TODOS. Mas en: loultimovienealfinal.blogspot.com
psdelcerro@hotmail.com
Resulta curioso observar los efectos que nos pueden causar esos sencillos, pequeños e inesperados regalos, pero que a la vez dicen tanto de la bondad y grandeza de quienes los realizan, otorgando a quienes los reciben un autentico momento de felicidad. En mi caso, una fotografía. En blanco y negro, reflejando el mucho tiempo que ha pasado, aparecemos un grupo de escolares, posando en grupo, durante un bonito día de excursión. Creo que teníamos seis o siete años y en el centro, aparece la que fue durante tres años, nuestra primera profesora, quien, hace poco, encontró la foto y con la ayuda de una exalumna que también sale en la fotografía, se han encargado amable y desinteresadamente de hacérnosla llegar. Vaya desde aquí mi más sincero agradecimiento para las dos. De momento creo que omitiré nombres, así como la publicación de la citada foto que tras comentarlo con los interesados y si lo creen conveniente, publicare en mi blog.
La verdad es que mirando la foto creo que podía haber contribuido a aumentar la desazón de aquel mal momento, pero curiosamente fue todo lo contrario, consiguió además de hacerme reír, pasar el resto del día contento y feliz. Creo que es mejor aceptar las cosas como son, que el tiempo pasa y lo mejor es vivir viéndolo pasar y asumir que sus evidentes resultados pueden resultar graciosísimos. Y es que es tan agradable verte de niño, con tu cara de niño, rodeado de tus primeros compañeros de clase y juegos, con quienes compartimos tantas cosas. No podía dejar de mirarla, de observar, por ejemplo, como nos vestían nuestras madres por aquella época, en plena transición política, por cierto. Es como hacer un viaje por el tiempo. Cortes de pelo a tazón (a algunos ya nos queda poco) pantalones acampanados, jerséis con difíciles estampados, calcetines por la rodilla dejando ver el moratón o el arañazo, grandes cuellos para las camisas y chubasqueros, por si llueve. Algunas amplias e inolvidables sonrisas, otras de “no me muevo que si no no salgo” y algunas otras de “termina ya, que me voy a ver a los monos” pues estábamos en el zoo.
Y en el centro del grupo, arropándonos con su inolvidable presencia, la que fue nuestra primera profesora, realizando la tan importante y difícil labor de enseñarnos las primeras cosas. Me gustaría también, a través de este escrito, hacer un sincero, agradecido y respetuoso homenaje a todos aquellos que fueron mis profesores, cuyas enseñanzas y ejemplo tengo presentes cada día. GRACIAS A TODOS. Mas en: loultimovienealfinal.blogspot.com
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