EL HUMANOIDE (HISTORIAS DE LOS ANIMALES)
Era una calurosa mañana de junio del 58. Milton Santini se embarcó en su bote y salió a faenar como llevaba haciendo durante los últimos 20 años. Como todos los días, procedió a llevar a cabo sus rutinas: dirigirse mar adentro, echar las redes, tomarse una budweiser, pelársela con el ya pringoso “Playboy” del mes pasado… Nada parecía indicar que ese fuese a ser un día distinto de los otros. Sin embargo, algo provocó que Milton se descentrase del asunto que tenía entre manos. Los tiradores que sujetaban la red se movían de forma anormal, con una fuerza muy superior a la de las sardinas que solía pescar. Así, asomándose a babor, observó como una pequeña cría de delfín había quedado atrapada entre los aparejos, causándose numerosos cortes en su intento de huída. Milton recogió las redes rápida, pero cuidadosamente y posó al pequeño delfín sobre la cubierta, para poner rumbo al “Dolphin Research Center”, de Grassy Key, Florida.
Allí fue atendido por el servicio médico durante al menos dos semanas, hasta que por fin, se dejó de temer por su vida y se la trasladó a las piscinas del centro. Milton, sintiéndose culpable de haberlo puesto en peligro, no dejó de interesarse por su estado durante todo ese tiempo, hasta que finalmente pudo volver a encontrarse con él gracias al director de las instalaciones, Iván Tors. Éste le contó que pese a la gravedad de las heridas, era una criatura fuerte y se había sobrepuesto de buena manera del percance. Igualmente le dijo que no era un delfín macho, sino hembra y que las cuidadoras habían decidido llamarla “Mitzi”, pero que dado que él lo había encontrado, tenía la última palabra en cuanto a nombres. Ciertamente lo de Mitzi no le agradó mucho, pero en aquel momento tenía la cabeza más pendiente del reencuentro con el animal.
Y éste fue muy emotivo y especial. Milton tenía sus dudas acerca cómo respondería el delfín, pero en breves momentos le fueron resueltas. El simpático mamífero se sumergió nada más verlo para aparecer impulsándole por los talones y elevarlo por encima del agua. Después de caer y recuperado de la sorpresa, se acercó nadando hasta él, y agarrándose a su aleta dorsal juguetearon entrelazados durante horas, hasta que decidió salir fuera y quedarse sentado en el borde de la piscina.
Mitzy se acercó hasta él y sacando la cabeza fuera del agua, la apoyó entre sus piernas. Milton comenzó a acariciarla la frente y el hocico. Sin saber muy bien porqué, noto que se iba excitando poco a poco, hasta que finalmente decidió sacarse la verga y acercarla a la boca del delfín. Mitzy, entendiendo perfectamente la situación, comenzó a lamer y succionar suavemente el miembro de Milton, hasta que éste eyaculó en toda su lengua entre espasmos y bufidos. Tors, quien había estado observando desde fuera la situación, se acercó y le dijo: “Veo que ya has descubierto lo que sabe hacer nuestra pequeña amiga ¿Qué te ha parecido?” Milton, entrecortado, contestó: “¡Buff, ha sido todo un flipe! Sabes, ¡Creo que se debería llamar así! Flipe, y no ese Mitzy de mierda ¡Flipe!”. “Pero así se llamaba un gilipollas de “A salir de clase”, ¿No?” respondió Tors. “Joder, es verdad. Pero es que esto que hace es increíble… ¡Coño, ya sé! ¿Qué te parece “Flipper”, que es como lo diría Chiquito? “Ha sido un flippeeer sexuarrl ¡Jaaarl!”. Y con Flipper se quedó.
2 comentarios:
Os habreis reido, ¿No?
Jaaaaaaaaaaaaaaaaaaaarrrrlllllll!!!
Me mola la "flipada" sexuaaaaaaarrrrrrrrlllll.
Muy bueno, además has encontrado el auténtico significado del morrito alargado de los delfines:
Para chuparla mejor, ja, ja, ja.
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