Te dieron alas
para contar las tejas
de las viviendas.
Una a una con tu tacto
de metal puntiagudo
fueron incinerando
las madrigueras
de las estrellas
donde la bruma
encanecía
como el cabello
de las espigas.
Entonces supe
que nada es para siempre,
ni siquiera tus alas
que engrasan las chimeneas
con el hollín macabro
de la madera.
Y nadie explicaría
a excepción de un piloto
bien adiestrado,
la difícil maniobra
para esquivar los cables
de alta tensión
del enramado eléctrico.
* Poema inédito cedido para este número de Creatura por ARMANDO GALLEGO GARCÍA.
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