El vaquero de Marlboro no sabe conquistar
a una dama de ojos azules,
-prueba a asearte un poco; aceptó el consejo
y se afeitó la barba.
No era hombre que aceptase consejos fácilmente,
y se enjabonó como
un cerdo imposible de atrapar por los granjeros
que concursan en la fiesta del rancho.
Compró un traje caro y una divertida corbata
a juego con los brillantes zapatos de estreno;
hasta se hizo un retrato en color como recuerdo
y un peinado de cinco dólares canadienses
en la mejor barbería de toda la ciudad.
El vaquero de Marlboro no sabe conquistar
a una dama de ojos azules,
-prueba con un baile; aceptó el consejo.
No era hombre que aceptase consejos fácilmente.
Preguntó a un viejo profesor de baile,
-un vals, sin duda un buen vals;
contestó el viejo rascándose el lóbulo
de la oreja repleta de extraños sabañones.
-Un, dos, tres, un, dos, tres…eres un pato mareado,
en toda mi vida no he visto a alguien tan patético.
Así que, tiró las flores a una papelera,
arrugó un papel de tachones desenfadados
con los versos amorosos escritos la víspera,
se quitó la ridícula ropa de payaso
y partió la mandíbula con un gran croché
al maldito consejero de los mil demonios.
No era hombre que aceptase consejos fácilmente.
* Poesía inédita publicadas en exclusiva en este número de CREATURA. (ARMANDO GALLEGO GARCÍA, 2007)
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