Cuando el despertador estaba apunto de sonar, él ya hacía rato que le esperaba sentado en la cama, mirándolo, descontando los segundos que faltaban para que comenzara su nueva vida. Descubrió que le costaba, algo más que de costumbre, ponerse en pie. Y siguiendo la estela de sus pensamientos, se dirigió al baño, más despacio que otros días.
Lentamente abrió el grifo y haciendo un cuenco con sus manos, estuvo un rato observando como el agua rebosaba en ellas y se iba por el agujero, como se va la vida, con el paso del tiempo, como se había ido la suya, en aquella empresa.
Se mojo una vez la cara y al levantar la mirada, le sorprendió aquel hombre que tenía frente a él. Cerró el grifo y un poco perplejo se frotó los ojos, ante aquella repentina aparición.
Comenzó a estudiar aquel rostro apenas reconocible, de mirada ojerosa y distante. De pronunciadas entradas e incipientes canas, de surcos arados por el tiempo. La barba de al menos cuatro días, delataba sin duda, una dejadez inusual, acentuando aquella imagen desvalida. Esbozó una leve sonrisa al caer en la cuenta y pensó: Que ingrato el maldito reloj “Todas hieren; la ultima mata” que crueles los deshojados calendarios, tantas paginas en la basura.
Hacía tanto tiempo que no se miraba así, detenidamente, al espejo, que su reflejo le había cogido totalmente desprevenido, casi paralizándolo, como si en aquel cuarto de baño hubiese dos personas. Se vio a si mismo haciéndose muecas, como un niño. Porque si, pensó, una vez, hace tiempo, fui un niño. Que se miraba al espejo, que subía y bajaba las cejas y se sacaba la lengua… como hoy.
Si, indudablemente era él. Aunque todavía hizo el ademán, desconfiado, de salir del espejo mirándolo de reojo. Al volver a su original encuadre, posó su mano sobre el cristal y por fin reflexiono. Había pasado tanto tiempo ocupado, viviendo tan deprisa, el trabajo, la familia, la casa… que se había olvidado, no se recordaba. Pero cada día él había estado allí, en aquel mismo sitio, sobre aquellas dos baldosas. Reflejado en el mismo frío cristal ¿Cómo podía ser?
Estas mayor amigo, se dijo, casi en voz alta. Pero estas aquí, sigues aquí, se dijo sonriendo abiertamente. Y eso es lo importante.
Tendrás que empezar de nuevo, aunque sea con esa cara. Y demostrarle al mundo lo que vales, que todavía eres útil, eso es lo importante. El tiempo es solo eso, tiempo, una medida. Minutos unos sobre otros. El tiempo de un día es igual que el del siguiente ¡Da igual! Lo verdaderamente bonito es lo que se hace con el. Nada más.
Hoy toca buscar trabajo. Bien, lo haremos juntos, tu y yo. Siempre ha sido así ¿No?
Lentamente abrió el grifo y haciendo un cuenco con sus manos, estuvo un rato observando como el agua rebosaba en ellas y se iba por el agujero, como se va la vida, con el paso del tiempo, como se había ido la suya, en aquella empresa.
Se mojo una vez la cara y al levantar la mirada, le sorprendió aquel hombre que tenía frente a él. Cerró el grifo y un poco perplejo se frotó los ojos, ante aquella repentina aparición.
Comenzó a estudiar aquel rostro apenas reconocible, de mirada ojerosa y distante. De pronunciadas entradas e incipientes canas, de surcos arados por el tiempo. La barba de al menos cuatro días, delataba sin duda, una dejadez inusual, acentuando aquella imagen desvalida. Esbozó una leve sonrisa al caer en la cuenta y pensó: Que ingrato el maldito reloj “Todas hieren; la ultima mata” que crueles los deshojados calendarios, tantas paginas en la basura.
Hacía tanto tiempo que no se miraba así, detenidamente, al espejo, que su reflejo le había cogido totalmente desprevenido, casi paralizándolo, como si en aquel cuarto de baño hubiese dos personas. Se vio a si mismo haciéndose muecas, como un niño. Porque si, pensó, una vez, hace tiempo, fui un niño. Que se miraba al espejo, que subía y bajaba las cejas y se sacaba la lengua… como hoy.
Si, indudablemente era él. Aunque todavía hizo el ademán, desconfiado, de salir del espejo mirándolo de reojo. Al volver a su original encuadre, posó su mano sobre el cristal y por fin reflexiono. Había pasado tanto tiempo ocupado, viviendo tan deprisa, el trabajo, la familia, la casa… que se había olvidado, no se recordaba. Pero cada día él había estado allí, en aquel mismo sitio, sobre aquellas dos baldosas. Reflejado en el mismo frío cristal ¿Cómo podía ser?
Estas mayor amigo, se dijo, casi en voz alta. Pero estas aquí, sigues aquí, se dijo sonriendo abiertamente. Y eso es lo importante.
Tendrás que empezar de nuevo, aunque sea con esa cara. Y demostrarle al mundo lo que vales, que todavía eres útil, eso es lo importante. El tiempo es solo eso, tiempo, una medida. Minutos unos sobre otros. El tiempo de un día es igual que el del siguiente ¡Da igual! Lo verdaderamente bonito es lo que se hace con el. Nada más.
Hoy toca buscar trabajo. Bien, lo haremos juntos, tu y yo. Siempre ha sido así ¿No?
2 comentarios:
Pedro, con tu frase final ¿nos estás anunciando algo,ó es simplemente un relato?Espero que solamente sea eso,un bonito relato.
Pues de momento solo es un relato, lo que no se es hasta cuando va a ser solo una preocupacion,esta claro que el futuro no pinta bien, ni para mi ni para miles de curritos, en fin,a parte de mi ya evidente preocupacion por la situacion general, la historia tambien tiene otros transfondos, espero haberlo hecho bien,acepto criticas y sugerencias y gracias por la preocupacion,salud y diversion para todos.
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