En el mundo del arte hay ideas que parecen tocadas por el éxito. Ideas que se repiten una y otra vez. Ideas tan buenas que son usadas después por las generaciones siguientes con el mismo o más éxito.
En 1848 nació una de esas ideas exitosas que después ha sido profusamente repetida con una fortuna similar. Alejandro Dumas hijo escribió, a partir de una experiencia personal, la novelita La dama de las Camelias. La obra, una historia sentimental donde el lenguaje y los tópicos del romanticismo son fundamentales, fue un éxito desde el principio. Se agotaban las ediciones y las nuevas se volvían a agotar. Este éxito motivó que pocos años después el autor adaptara la obra al teatro. En 1852 se estrena la versión teatral. Un nuevo éxito. Un fulgurante éxito. La historia de la cortesana “aristócrata” que se enamora de un jovencito y sus penosos y tristes amores entusiasmaba a mujeres y hombres. El lenguaje del romanticismo y los tópicos de la época hacían propicio este éxito. Tenía todos los ingredientes necesarios para que el público la aplaudiera: amor, tristeza, emoción, un nuevo lenguaje en boga en el momento, expectativas que se incumplían continuamente, identificación por parte de la audiencia…
Estos ingredientes hicieron que la idea de Dumas hijo fuera un éxito del momento.
En esa época romántica, algo lejano de París, lugar de acción y de explosión de este éxito, Verdi conoce la historia de la cortesana y el joven y le inspira la creación de una ópera. Este hecho no es novedoso en el músico italiano. Durante la época romántica compondrá obras basadas en varios textos románticos tales como La forza del destino o Il trovatore basadas en obras románticas españolas ( Don Álvaro o la fuerza del sino y El trovador).
Con Francesco Maria Piave como letrista, Verdi compone la mejor ópera de la historia del género, la ópera de las óperas, La traviata. Corre el año de 1853, un año después del estreno de la versión teatral, cinco, sólo cinco, después de la aparición de la novela. Y ya es un exitazo. La ópera es la cima del género, la historia de la cortesana y el jovencito, de sus amores desgraciados se ha convertido en universal, ha saltado de género dos veces, de idioma, se le ha añadido música, se ha cambiado el medio, el lenguaje y aún así sigue siendo un éxito.
Sigamos en el mundo musical. La obra sigue conquistando adeptos. Basándose en la música de otro gran romántico, Chopin, el coreógrafo alemán John Neumeier realiza en 1978 un ballet en el que se desarrollan de nuevo las aventuras de Margarita y Armando o de Violeta y Alfredo y que nuevamente se convierte en un éxito.
Pero la cosa no queda aquí. Un nuevo lenguaje artístico empieza a desarrollarse a comienzos del siglo XX, un lenguaje que aprovechará cualquier idea buena de los otros, que, de alguna forma, puede aglutinarlos todos: es el cine.
Desde 1911 el texto de Dumas ha sido adaptado a la gran pantalla. La fuerza de la historia y su éxito ha atraído a numerosos directores, guionistas, actores de múltiples nacionalidades. La historia sigue interesando, sigue gustando, sigue adaptándose, sigue presentándose como emocionante para el público.
Tanto es así que en 2001 aparece una nueva visión de la obra de Dumas. Baz Lurhman adapta la obra sólo que le cambia el título, ahora pasa a llamarse Moulin Rouge. En la nueva obra se mezclan conceptos. La idea es la misma, un joven llega a París y quiere comerse el mundo. Conoce a una cortesana de la que se enamora. Y ella de él. Pero ella está enferma. Hay que añadir algún lío sentimental (en todas las versiones la historia se complica continuamente). Y el trágico final. Además se le añade música. Pero no la música de Verdi, sino música actual, música pop. Es decir, que se ha adaptado y actualizado la idea. Y esta vuelve a tener un gran éxito. Taquillazos continuos. Pases televisivos con gran audiencia. Y dos Óscars.La idea ha ido dando vueltas, ha ido adaptándose al momento o al arte que la ha requerido. La misma historia ha tenido varias versiones, varios lenguajes y aún así sigue enganchando al público. Es sin duda una idea exitosa esa que tuvo en 1848 Alejandro Dumas. Él contó una historia personal. Pero se convirtió en una historia universal. A él le valió la fama y el dinero. A todos los demás nos ha dejado sus representaciones, sus versiones, su éxito.
En 1848 nació una de esas ideas exitosas que después ha sido profusamente repetida con una fortuna similar. Alejandro Dumas hijo escribió, a partir de una experiencia personal, la novelita La dama de las Camelias. La obra, una historia sentimental donde el lenguaje y los tópicos del romanticismo son fundamentales, fue un éxito desde el principio. Se agotaban las ediciones y las nuevas se volvían a agotar. Este éxito motivó que pocos años después el autor adaptara la obra al teatro. En 1852 se estrena la versión teatral. Un nuevo éxito. Un fulgurante éxito. La historia de la cortesana “aristócrata” que se enamora de un jovencito y sus penosos y tristes amores entusiasmaba a mujeres y hombres. El lenguaje del romanticismo y los tópicos de la época hacían propicio este éxito. Tenía todos los ingredientes necesarios para que el público la aplaudiera: amor, tristeza, emoción, un nuevo lenguaje en boga en el momento, expectativas que se incumplían continuamente, identificación por parte de la audiencia…
Estos ingredientes hicieron que la idea de Dumas hijo fuera un éxito del momento.
En esa época romántica, algo lejano de París, lugar de acción y de explosión de este éxito, Verdi conoce la historia de la cortesana y el joven y le inspira la creación de una ópera. Este hecho no es novedoso en el músico italiano. Durante la época romántica compondrá obras basadas en varios textos románticos tales como La forza del destino o Il trovatore basadas en obras románticas españolas ( Don Álvaro o la fuerza del sino y El trovador).
Con Francesco Maria Piave como letrista, Verdi compone la mejor ópera de la historia del género, la ópera de las óperas, La traviata. Corre el año de 1853, un año después del estreno de la versión teatral, cinco, sólo cinco, después de la aparición de la novela. Y ya es un exitazo. La ópera es la cima del género, la historia de la cortesana y el jovencito, de sus amores desgraciados se ha convertido en universal, ha saltado de género dos veces, de idioma, se le ha añadido música, se ha cambiado el medio, el lenguaje y aún así sigue siendo un éxito.
Sigamos en el mundo musical. La obra sigue conquistando adeptos. Basándose en la música de otro gran romántico, Chopin, el coreógrafo alemán John Neumeier realiza en 1978 un ballet en el que se desarrollan de nuevo las aventuras de Margarita y Armando o de Violeta y Alfredo y que nuevamente se convierte en un éxito.
Pero la cosa no queda aquí. Un nuevo lenguaje artístico empieza a desarrollarse a comienzos del siglo XX, un lenguaje que aprovechará cualquier idea buena de los otros, que, de alguna forma, puede aglutinarlos todos: es el cine.
Desde 1911 el texto de Dumas ha sido adaptado a la gran pantalla. La fuerza de la historia y su éxito ha atraído a numerosos directores, guionistas, actores de múltiples nacionalidades. La historia sigue interesando, sigue gustando, sigue adaptándose, sigue presentándose como emocionante para el público.
Tanto es así que en 2001 aparece una nueva visión de la obra de Dumas. Baz Lurhman adapta la obra sólo que le cambia el título, ahora pasa a llamarse Moulin Rouge. En la nueva obra se mezclan conceptos. La idea es la misma, un joven llega a París y quiere comerse el mundo. Conoce a una cortesana de la que se enamora. Y ella de él. Pero ella está enferma. Hay que añadir algún lío sentimental (en todas las versiones la historia se complica continuamente). Y el trágico final. Además se le añade música. Pero no la música de Verdi, sino música actual, música pop. Es decir, que se ha adaptado y actualizado la idea. Y esta vuelve a tener un gran éxito. Taquillazos continuos. Pases televisivos con gran audiencia. Y dos Óscars.La idea ha ido dando vueltas, ha ido adaptándose al momento o al arte que la ha requerido. La misma historia ha tenido varias versiones, varios lenguajes y aún así sigue enganchando al público. Es sin duda una idea exitosa esa que tuvo en 1848 Alejandro Dumas. Él contó una historia personal. Pero se convirtió en una historia universal. A él le valió la fama y el dinero. A todos los demás nos ha dejado sus representaciones, sus versiones, su éxito.
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