LA RUMOROSA

Le cantaban eso de “A la lima y al limón, que no tienes quién te quiera, a la lima y al limón, te vas a quedar soltera, que penita y que dolor, que penita y que dolor, la vecinita de enfrente, solterita se quedó”
Eso mismo le paso a Merceditas, Mercedes, doña Mercedes casi ya.
Todo soltero tiene un vacío que debe llenar: el tiempo. Tiene tiempo de todo, le sobra el tiempo y como nadie le molesta ni le obliga a hacer cosas, el soltero se ve abrumado por el tiempo. Eso lleva al soltero a tener ideas peregrinas. Porque tiene mucho tiempo libre. Y lo usa para pensar. Y se le ocurren muchas ideas. Casi todas malas.
Así le pasaba a Mercedes, que como tenía mucho tiempo libre lo tenía que ocupar en algo y lo ocupaba en inventar historias. Esto estaría bien si las hubiera escrito y se hubiera hecho unas tarjetas en las que pusiera: “Mercedes López. Escritora.” Pero no le gustaba escribir, a ella lo que le gustaba era contar cosas, hablar, hablar, hablar. Se podía pasar el día entero hablando. Si te cogía por la calle y le dabas un poco de carrete estabas perdido. En concreto tu tiempo estaba perdido. Te contaba todas las historias del vecindario, las de su familia, las de tu familia, las tuyas propias.
Por eso la llamaban La Rumorosa, que parece un nombre de zarzuela o de cuplé. Y es un poco de cuplé y de zarzuela había en Mercedes.
Un día veía pasar a una moza con un chiquito por la ventana de su casa y pensaba: “¿No serán novios estos dos?” como al día siguiente volvieran a pasar ya decía: “Confirmado, estos están liados.” Y lo propagaba a los cuatro vientos. Si eran dos solteros daba un poco lo mismo (menos cuando tenían intereses ajenos) e incluso se daba el caso de solteros que oían el rumor de que estaban juntos y se lo creían y salían juntos y se casaban. Y todo eso se lo debían a la Rumorosa. El problema era si uno de los dos estaba casado. También había provocado divorcios la Rumorosa, alguno divorcio agradecido, querido por ambos que no se atrevían, empero, a solicitarlo. Algún ramo anónimo le llegó a la Rumorosa, que feliz y contenta pensaba que tenía por ahí un admirador que la hiciera no ser soltera por nunca jamás.
Sus rumores favoritos eran los de parejas. Se complacía emparejando a la gente aunque fuera en sus historias. Alguna había que tenía en su haber más conquistas que ladrillos la catedral de Toledo. Por eso se granjeaban fama de chicas fáciles. Y cuando un muchacho no conseguía nada con ella decía: “Será perra, conmigo no quiere y con los demás…”
Cuando una mujer pasaba mucho tiempo sola delante de su ventana ella decía: “Esta es una estrecha” y esa fama crecía y crecía. A pesar de trabajar en el famoso club Leo. Pero la muchacha se complacía en ello, como Clark Kent en su doble identidad.
También cabía la otra posibilidad, Mercedes era una imaginativa mujer. Cabía la posibilidad de que fuera lesbiana. Y si siempre llevaba pantalones ya estaba claro: era lesbiana. Alguna probó las mieles del bello sexo sin habérselo nunca propuesto. Y dicen las malas lenguas que le gustó.
La Rumorosa inventaba a más y mejor. Pero nunca lo muy evidente. Si pasaba un chico con mucha pluma, nunca pensaba decir que era esto o lo otro o lo de más allá. Pensaba en que podía inventarle un novio, un marido, un hijo secreto de una vez que tuvo un desliz con una señorita.
Desde su ventana veía la Rumorosa pasar un hombre muchas veces. Y se preguntaba qué hacía aquel hombre siempre por allí, dando vueltas. Solo. No sabía qué pensar qué inventar. Se le pasó por la cabeza inventar que estaba allí por ella. Pero no le parecía creíble.
Un día en el mercado el pollero le dijo: “Mercedes que me han dicho que te has echado novio” ella miró extrañada y sonrío: “Ojalá, Marianín” y luego en los congelados: “Mercedes, quién es novio que te has echado” “No sé quién será pero haber si lo conozco ya”Y en todos los puestos igual. Empezó a pensar si no era cierto. Si no tendría un novio y ella no lo sabía. Así que cuando vio al hombre aquel paseando ante su ventana se arrancó y le dijo: “¿Qué? ¿Vamos donde siempre?” Y él dijo. “Claro Merceditas donde siempre, pero hoy, antes pasamos por la Iglesia haber como va lo de nuestra boda”. Pero la historia de la boda de la Rumorosa ya es otra.

No hay comentarios: