E.T., EL EXTRATERRESTRE

¡Navidad a las puertas, amigos lectores! Y con ella, decenas de subproductos con los que atormentarnos las fiestas por parte de los diferentes canales televisivos. Algunos ya os los digo de antemano, como “Solo en casa”, “Un padre en apuros” o “Los fantasmas atacan al jefe”; Pero la película que vamos a comentar hoy es una apuesta personal de Canalnostalgia y aunque su temática no es la propia de estas fechas, su baboso contenido será determinante para que alguna cadena no nos deje disfrutar de la resaca en paz y nos castigue aun más el hígado con el coñazo llamado “E.T., el extraterrestre”. Y es que este oscarizado éxito de taquilla tan solo demuestra que la mayoría de la población mundial está gilipollas, porque la historia del marciano con cuerpo de cagarro es absurda de principio a fin.

¡No sólo me van los niños!

Para comenzar, nos encontramos con un grupillo de estos mojones con patas que resulta han venido a nuestro planeta para abducir lechugas, cebollas y algún que otro repollo ¿Crudívoros o dendrófilos? Pues no lo sé, pero subnormales, seguro. Porque, que a punto de ser descubiertos en su verdulera misión, se piren tan cagando leches que no se den cuenta que se han dejado a un colega, no es de ser muy espabilado que digamos.

Sin embargo, para el afortunado alien, resulta que hay un niño, Elliot, por allí danzando (que a esas horas de la noche debía haber salido a ver si había suerte y le capturaba algún pederasta) que al ver al desvalido ser, decide ocultarlo en la casa de sus padres mientras decide qué se puede hacer con tan alargadas extremidades. A partir de ese momento, el film se convierte en una sucesión alterna de pretendidos gags y situaciones pastelosas que no hacen sino retorcer nuestro intestino hasta lo indecible.

Y es que, a través de los ojos de Elliot y sus hermanos Michael y Gertie, “descubriremos” las habilidades del bondadoso excremento en un intento de enternecer nuestros corazones pero que provoca el efecto contrario, llevándonos a desear que aparezcan los bicharracos joputas de “Independence Day” de una puta vez y desintegren la casa de los capullos estos, E.T. incluido. Y es que las chorradas que nos intenta vender el Spielberg son a cual más idiota: Que si el monstruo alarga el cuello (¡Qué flipada!); hace flotar cosas (¡Y David Copperfield ya ni te cuento!); Aprende, como los loros, algunas palabras: “Mi casa”, “Teléfono”, “Dame medio”; Revive plantas marchitas (mi abuela lleva años haciéndolo)… Vamos, que las proezas del cara tortuga son tan asombrosas e impresionantes como que un crío de 3 años se tire un pedo para hilaridad de sus familiares.

Quizás lo más “destacable” pueda ser su dedo linterna, muy útil para un tacto rectal, o el pedo que se pilla aprovechando que lo ha dejado solipeich y que “transmite” al estreñido de Elliot (quien seguramente hubiera preferido que se hubiera hecho una paja o ido de putas, ya que estamos). El caso que el tío feo empieza a resultar más que cargante y hasta la propia familia de Elliot decide que lo mejor que puede hacer es pirase a su casa y dejar de dar el coñazo. Así que lo dan un par de cucharas, media bovina de hilo, un mando de Scalextric y una plancha y, tras consultar con MacGyver, consiguen crear un intercomunicador interestelar que se van a probar al campo el día de Halloween (realmente esperaban que hubiera suerte y Michael Myers apareciera por allí para rebanarlo el pescuezo, pero…).


No es mi látigo lo que temen

Como era de esperar, el cacharro funciona a la perfección, E.T. se pone en contacto con sus amigos, se caga en sus padres por dejarlo tirao y les pide que se den vida, que está un poco hasta la polla. Sin embargo, Mulder y Scully aparecen en el momento justo para ganarse el sueldo y los trincan a todos.

A E.T. lo viviseccionan un poquito y a Elliot lo prospeccionan analmente, por ir de listo. Lamentablemente, como en toda película de este tipo, los niños son más listos que los adultos, y, aunque el ejercito y el FBI estén por allí, eso no importa y tras reírse en su cara con cuatro bombas fétidas y petardos, rescatan al zurullense y se lo llevan al punto de recogida espacial no sin antes dejarnos el ejemplo más claro de publicidad subliminal de la historia, cortesía del modelo “California” de BH. Y así el alienígena se larga a Alphacentauri y Elliot y familia son condenados a 20 años de trabajos forzados, por encubridores ¡No cambiéis de canal y hasta la próxima!

Dedicado a mi padre: Ésta, y “El ETE y el OTO"

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