¡… Y entró Dios en su habitación… y vio que era un desastre! Llevaba como una o dos eternidades haciendo lo mismo: se fijo con detalle en lo que tenia ante sus ojo, relojes de arena volcados por el suelo, las profecías tiradas por doquier, las figuritas de barro hechas pedazos, las aureolas formando el símbolo de los juegos olímpicos y otras figuras obscenas, hasta su ropa interior tirada por el suelo. ¡Ésta vez, incluso el espíritu santo se había cagado en su túnica de gala (aunque daba igual…todas eran igual de blancas)!
- Maldita sea… ¿pero qué hará…?- dijo Dios.
Inmediatamente, fue apuntando con su dedo índice a todos los elementos indebidamente colocados, uno a uno, y según lo iba haciendo automáticamente se recogían, se limpiaban y se colocaban en su divino sitio. Cuando acabó, levanto el dedo índice de la otra mano para que la dichosa paloma, que aún revoloteaba por la impecable habitación, se posara sobre ella.
Dios quedó un momento en silencio, contemplando su pequeña obra: las camas hechas, las ventanas abiertas, las puertas cerradas, las estanterías colocadas, la tabla de los mandamientos reluciente, el suelo agua pura, las mesas recogidas en su sitio, el peine de su barba sin pelitos blancos y el aire… “¿Qué tal cereza? Estoy harto del pino” pensó. Chasqueó los dedos y un aroma a cereza envolvió el entorno.
- Bueno, voy a arreglarme y nos vamos, Espirit- dijo, y volvió a chasquear los dedos. Aparentemente no paso nada y la paloma dio un suspiro mientras negaba con la cabeza “Siempre se viste de blanco…”
Dios se dio entonces la vuelta y cerró tras de sí una puerta más blanca que la propia luz.
La habitación quedó dos segundos en silencio, hasta que se abrió “la otra puerta”, oscura allá donde las haya, y asomó una cara roja, con cuernos y barba de chivo. Seguidamente entró en resto del cuerpo, acabado en dos pezuñas pardas. Se quedó un momento observando y dijo.
- Maldita sea… ¿pero qué hará…?
Original del taller de literatura de Illescas
Comentarios en: eltiomc@hotmail.com
- Maldita sea… ¿pero qué hará…?- dijo Dios.
Inmediatamente, fue apuntando con su dedo índice a todos los elementos indebidamente colocados, uno a uno, y según lo iba haciendo automáticamente se recogían, se limpiaban y se colocaban en su divino sitio. Cuando acabó, levanto el dedo índice de la otra mano para que la dichosa paloma, que aún revoloteaba por la impecable habitación, se posara sobre ella.
Dios quedó un momento en silencio, contemplando su pequeña obra: las camas hechas, las ventanas abiertas, las puertas cerradas, las estanterías colocadas, la tabla de los mandamientos reluciente, el suelo agua pura, las mesas recogidas en su sitio, el peine de su barba sin pelitos blancos y el aire… “¿Qué tal cereza? Estoy harto del pino” pensó. Chasqueó los dedos y un aroma a cereza envolvió el entorno.
- Bueno, voy a arreglarme y nos vamos, Espirit- dijo, y volvió a chasquear los dedos. Aparentemente no paso nada y la paloma dio un suspiro mientras negaba con la cabeza “Siempre se viste de blanco…”
Dios se dio entonces la vuelta y cerró tras de sí una puerta más blanca que la propia luz.
La habitación quedó dos segundos en silencio, hasta que se abrió “la otra puerta”, oscura allá donde las haya, y asomó una cara roja, con cuernos y barba de chivo. Seguidamente entró en resto del cuerpo, acabado en dos pezuñas pardas. Se quedó un momento observando y dijo.
- Maldita sea… ¿pero qué hará…?
Original del taller de literatura de Illescas
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