LA CRIATURA. HISTORIAS DE LA GENTE. HOY: ROOM FULL OF MIRRORS. MAYO 2008

Vivía en un cuarto lleno de espejos. Todo lo que yo veía cuando despertaba era yo mismo. Mirase donde mirase ahí estaba yo. Miles y miles de imágenes de mi propio ser unidas, mezcladas, recortadas, fusionadas, dobladas, repetidas una y mil veces hasta el infinito hasta sumirme en un estado irreal, inerte... ¿Era yo o solo mi subconsciente jugando a desdoblarme, a multiplicarme para así dividirme y acabar destruyendo mi cuerpo, mi imagen, diluyéndola sin sentido para dejar solo un halo espiritual rigiendo aún mi mente? ¿Estaba vivo? ¿Existía realmente?
Cogito ergo sum: seguía pensando, así que si hacía caso de los razonamientos de Descartes debía seguir viviendo. Cogí mi espíritu, que era lo único que sentía de verdad como mío en ese momento, y rompí mis espejos. De repente todo el mundo se abrió a mi alrededor. Todo el mundo estaba allí para ver, para mí, para verme, para poder vernos, para poder amarnos, solo tenía que buscar el amor... Había olvidado el significado de esa palabra.
Encerrado en mi propia imagen y en su repetición acabé odiándola, odiándome, odiando la existencia misma. Solo redescubriendo el amor podría volver al mundo de verdad.
Todo mi cerebro era como una goma de cristal y tenía miedo de quebrarlo si lo estiraba, si lo movía, si lo apretaba... Era como algodón gritando dentro de mi cabeza, escupiendo sueños que querían convertirse en realidades, en realidades que se parecieran al amor. Seguía dibujando masas informes dulces, delicadas, intentos de recordar lo que para mí un día fue el amor.

Fue uno de estos sueños lo que me hundió en la cama, en mi cama, ¿Por qué en mi cama? ¿Era hacer el amor en mi cama lo que me devolvería el recuerdo del amor? ¿Solo el amor carnal? Daba vueltas y vueltas, pero verme haciendo el amor en mi cama me parecía extraño. ¿Lo había hecho antes allí?

No recordaba nada que no fuera yo solo en mi cama, en mi habitación llena de espejos. Pero ya no estaba allí, ahora estaba fuera intentando moverme, intentando tocar algún lugar, intentando tocar algo. Movía mi cuerpo hacia el suelo pero este se alejaba de mí a medida que yo avanzaba, no podía tocarlo, ya no podía encontrarlo. ¡Nooo! ¿Dónde estaba todo?...

Ahora no veía nada, solo la luz del sol brillando a mi alrededor. Y yo flotaba en esa luz, me rodeaba, me abrazaba, me hacía levitar y me llenaba todos los poros del cuerpo. Allí en lo más profundo de aquella claridad empecé a discernir algo pequeño que se acercaba hacia mí. Atravesando montañas venía hacia mí. Brillando sobre el mar venía hacia mí. Seguía haciéndose cada vez más grande, brillando y brillando sobre figuras que poco a poco iban apareciendo, figuras que se iban convirtiendo en mis seres queridos, en mis amigos, en mi gente, en otra gente, en toda la gente y todos seguían brillando...

Entonces supe exactamente quién era, que era lo que estaba reservado para mí. Mientras tanto, en ese maravilloso momento, todo lo que brillaba se convirtió en amor para dar, para recibir, para compartir, para reflejar... Y me vi reflejado en todo ese brillo, en todo ese amor, en todo lo demás hasta que acabó fundiéndose en un solo ser, en un "todo" resplandeciente, único.
Dedicado a Jair.

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