EL HUMANOIDE (HISTORIAS DE LOS ANIMALES) RIN TIN TIN

Nuestra historia comienza en Francia, en julio de 1918, durante la Primera Guerra Mundial. El recluta norteamericano, Lee Duncan, temeroso de la inminente batalla de Nancy (a la postre uno de los episodios más cruentos de aquella guerra), acababa de desertar y se encontraba buscando un refugio para esconderse en aquellos cruciales días. Así llegó a la abandonada localidad de Lorraine, donde malvivió entre los escombros de los bombardeados edificios, alimentándose únicamente de espárragos y bebiéndose su propia orina. Este último hecho resultaría fatal para su cordura mental por la “asparagina”, una sustancia sulfurosa volátil contenida en dicha verdura que no solo provoca que el orín presente un desagradable olor fétido (ya no hablemos del sabor), sino que en dosis elevadas, induce a un estado psicotrópico que termina volviéndose permanente. Y así, en solo una semana, Duncan había pasado de ser un soldado cobarde a creerse el alienígena Kal-El, proveniente del imaginario planeta llamado Krypton, y con unos poderes tan extraordinarios que le convertían en súper hombre. En su ida de olla, utilizó los restos de una cortina de raso a modo de capa y con una enorme “S” trazada en el pecho con sus propios excrementos, se empezó a dedicar a rebuscar entre los edificios derruidos cualquier cachivache, cuanto más inservible mejor, porque además de zumbarlo, el caldo esparraguero le había provocado un síndrome de Diógenes de manual. Fue en una de sus batidas “recoge-mierdas” cuando escuchó los gimoteos de unos perros atrapados entre los restos de una pared recién derrumbada. Retirando los cascotes, descubrió dos magníficos ejemplares de pastor alemán, macho y hembra respectivamente, en los que su desvariada mente creyó reconocer a su fiel mascota Krypto, y a su amada, una tal Lois Lane. Los siguientes meses, Duncan vivió algunos de los momentos más felices de su vida, paseando junto a su querido amigo durante el día, y dando rienda suelta a sus más depravadas fantasías sexuales por la noche. En definitiva, venían a ser la familia perfecta. Sin embargo, con el paso del tiempo, Lois empezó a cambiar. Al principio, del polvete diario fueron pasando a uno semanal, y al final, como mucho se tenía que contentar con una felación mensual y gracias. Duncan no entendía lo que pasaba, pero a los 3 meses lo comprendió perfectamente: su querida novia estaba embarazada y lo había mantenido en secreto hasta prácticamente el momento del parto.
Lamentablemente, las precarias condiciones en las que vivían lo complicaron de tal manera que Lois falleció durante el alumbramiento. Así, de rodillas estaba Duncan llorando hasta que reparó en un hecho que hasta el momento le había pasado desapercibido. Y es que ninguno de sus hijos tenía nada que ver con él, sino que eran demasiado parecidos a Krypto. Comprendiendo la situación y totalmente enajenado, sacrificó la camada a garrotazos y salió en busca de su antiguo camarada con la intención de acabar con su vida. Y justo cuando estaba a punto de empalarlo con una estaca, aparecieron las fuerzas aliadas en la ciudad quienes, al ver la escena, consiguieron separarlo del can y reducirlo. Del perro se hizo cargo el teniente Scott Rintintin quien, humilde como él solo, decidió llamarlo como su apellido pero separando las silabas, es decir, Rin Tin Tin. Como Scott era un amante del cine, al finalizar la guerra lo llevó consigo a California y comenzó a adiestrarlo. Las excelentes condiciones del perro y su capacidad interpretativa (¡Por algo se la había estado pegando a Duncan durante meses sin que se enterase!) permitió que en tan solo un año llegara a Hollywood para rodar su primera película “Donde comienza el Norte" y de ahí, directo al estrellato. En cambio, del soldado Lee Duncan lo último que se supo es que acabó en manos de los doctores Jerry Siegel y Joe Shuster. El resto es un total misterio.

Dedicado a Pinky, por ser el creador de las “Historias de la gente"; y a Rubén, por decir que siempre escribo sobre lo mismo.

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