Deslizaba la mano por la espalda de su monigote aparentemente inerte con absoluto respeto, conforme iba subiendo la mano por el dorso, éste hacía lo propio con su cabeza hasta quedarse totalmente erguido sentado en aquel desgastado taburete.
Era un ventrílocuo diletante.
Empieza la función:
-Ejem, buenas noches, soy Gretel pero no el de Hansel y Gretel, ni tan siquiera el inventor de las franquicias Gretel, aunque a juzgar por el tamaño de mi panza ninguno de ustedes negaría que he arrasado con todas las cortezas del establecimiento.
-¡Jajajajaja!
-No os riáis si no tenéis ganas, dejad de ser cínicos. Aquí no se os da bocadillo y bebida gratis por venir a verme.
-¡Jajajajaja!, muy bueno- vociferaba uno desde el fondo del bar.
Tímidos aplausos...
-Pero qué carajo, ¡esto es un espectáculo lamentable!
-Bueno hoy os contaré un fragmento de la efímera historia de mi vida, en realidad, crecí en una familia humilde de un barrio destinado a la degradación diaria.
-Aunque el más tonto te hacía un reloj.
-Y yo era el más tonto entre los tontos, sin duda alguna; pero no sabía hacer relojes, más bien sabía robarlos.
-Debía tener unos nueve años y unos dedos tan finos y ágiles como los de un pianista.
-Cada vez que acechaba a una posible presa, clavaba mis ojos en ella y no cesaba hasta que conseguía mi triunfo.
-Tenía muchos trucos, pero mi preferido era el de hacerme pasar por un vendedor de palomas blancas para soltarlas en bodas.
El público que abarrotaba el bar permanecía atento al títere, olvidando así el esfuerzo disimulado de aquel ventrílocuo por no mover sus labios.
-Las llevaba en dos jaulas, una en cada mano, el asa era de hierro oxidado y con el paso del tiempo fue haciéndome unas molestas llagas en las palmas de mis tiernas manos.
-No tenía mucho aprecio por las palomas, es más, ya no aguantaba por mucho más tiempo ese graznido arrítmico e incesante.
-Y como cagaban, ¡joder!, era una sensación vomitiva, cada diez pasos tenía que vigilar mis impolutos zapatos entre las rejillas de las jaulas para verificar que seguían en el mismo estado.
A lo lejos podía llegar a distinguir un acontecimiento en aquella iglesia centenaria.
-Una boda, esta es la mía -pensé ansioso-.
Me oculté como pude entre aquella marabunta de invitados, nadie parecía percatarse de mi presencia.
Ya estaba en el pórtico.
Había hombres y mujeres con trajes y vestidos finos y elegantes, todos reían, parecían divertirse; esperaban expectantes la salida de los novios mientras guardaban en sus puños granos de arroz.
Fijé la mirada en una pareja con aspecto nórdico.
-Estos son -asentí para mí-.
La salida de los novios no se hizo esperar, salían de la mano con sus caras radiantes de felicidad.
Y ahí estaba yo, cubriéndoles las espaldas a mis víctimas.
Solté las palomas al aire y todos los presentes se quedaron entusiasmados y boquiabiertos mirando al cielo.
Eso era precisamente lo que necesitaba......distracción.
A la vez que mi mano izquierda hurgaba ágil en el bolsillo trasero del pantalón del caballero, mi mano derecha escarbaba en el fondo del bolso de la señora
Ya tenía mis dos trofeos.
Me introduje ávidamente el botín en la faltriquera de mi pantalón y cerré las puertas de las jaulas.
Por las palomas no preocuparos, sabían de memoria el camino de vuelta a casa.
De algo servían aparte de defecar...
Aplausos.
DANIEL GARCÍA RAMÍREZ-VITORIA
http://chenel-3.blogspot.com/
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