SI EL PARAÍSO EXISTIESE ESTE SERÍA EL CEARÁ

Necesitaba unas vacaciones. Descansar. En mi mente se iba diseñando una playa con dunas de arena blanca, una hamaca a la sombra de un cocotero y una mar azul, color del cielo. Parecía un sueño, pero ya sabéis que a veces la realidad supera la ficción. Este fue el caso de los magníficos paisajes, y playas de Ceará, uno de los estados situados en la costa norte de Brasil.


Algunos historiadores afirman que el verdadero descubridor de Brasil fue el español Vicente Yáñez Pinzón, que en febrero de 1500 amarró en la playa de Fortaleza, dos meses antes de que el primer portugués llegara a las costas de Bahía. Independientemente de la verdad, si es que existe una sola, el hecho es que Ceará es uno de los Estados con las playas más maravillosas de Brasil. Su costa tiene 600 km de extensión y alberga playas casi inexploradas, donde los pescadores salen al mar en pequeñas embarcaciones, playas de dunas blancas, mares llenos de surfistas, verdaderos oasis de palmeras y cocoteros. La capital, Fortaleza, es el centro turístico y económico del Estado.

Fortaleza es una de las ciudades más importantes del Nordeste con más de dos millones de habitantes. Eso sí, para orientarse en ella es un infierno. Gracias a mi guía sabia que el aeropuerto estaba a solo 8 km del centro de la ciudad, por lo que al ver los precios desorbitados de los taxistas decidimos ir en autobús hasta las playas de la ciudad. Esto nos costó más de tres horas, donde cada persona nos indicaba un autobús diferente, un trayecto diferente, fuimos a varias terminales hasta finalmente llegar a la playa de Meireles y dar la mayor vuelta de toda nuestra vida.

Es el centro turístico del Estado, cuyas playas bulliciosas están llenas de bares, restaurantes y hoteles. Sin embargo, la calidad de sus playas deja mucho que desear y es necesario ir hasta las afueras a la playa Do Futuro, nos recomendaron ir en autobús pero volver en taxi por estar la parada en una zona de favelas. Sin embargo, el lugar era más bien desolado, y no tuvimos ningún problema. Fortaleza es famosa en todo Brasil, sin embargo sus playas y su ciudad no habían conseguido estar a la altura de las expectativas.

Desde Fortaleza se ofrecen varios circuitos para conocer las playas más cercanas. Lo más interesante es conocer las Falesas y Canoa Quebrada. Las falesas son arenas naturales que van desde el negro al blanco, pasando por innumerables tonos de marrón, son pequeños acantilados por los que se puede pasear y admirar los colores. Cano Quebrada es un pequeño pueblo donde su mayor atracción es su playa, se tiene que bajar por una escalera para llegar a una playa de arena roja. Eso si está bastante explotada, llena de restaurantes que abusan con el precio. Pero por color de la playa merece la pena onocerla.

Sin embargo, en mi viaje Fortaleza solo era el punto de partida para visitar un pequeño pueblo del que me habían hablado maravillas: Jericoacoara. Desde la capital contratamos un autobús y un hotel y después de un día de andar por la ciudad, nos dirigimos a este pequeño pueblo. Fue una maravilla, el trayecto en gran parte se hace en autobús pero la última media hora se hace en una especie de jeep que te lleva por arenas blancas y por dunas impresionantes, viendo en ocasiones entre ellas pequeños lagos.

Es un pequeño pueblo con cinco calles de arena, sin asfaltar, bastante movimentado con tiendas, hoteles, bares, restaurantes... En frente del pueblo hay una duna enorme donde la gente se dirige todos los días a ver la puesta del sol en el mar. El pueblo por el día está bastante desierto, la mayoría de los turistas se deciden a contratar un buggy para hacer paseos por sus dunas y visitar varias lagunas cercanas. Son lagunas de agua dulce de un azul maravilloso y en ellas hay bares donde se ofrecen pescado fresco y hamacas para descansar a la sombra de palmeras o dentro del mismo agua, donde uno se puede balancear al ritmo del mar. Mi sueño se había hecho realidad.

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