SR. ROSSI

Hoy es un día grande, queridos lectores, porque pasados más de cuatro años desde los comienzos de este fanzine, y con motivo de este “Especial Ilustración”, he decidido contaros los orígenes de mi persona. Y es que han sido tantísimas las cartas recibidas en la redacción de Creatura preguntando por la figura del que escribe estas líneas, vuestro amigo el Sr. Rossi, que con mucho orgullo y a la par humildad, he decidido compartir mi pasado con todos vosotros.

¡El Brad Pitt de los ’60!

Todo comenzó allá por 1960 cuando el jurado del Gran Premio Bergamo Internazionale del Film d'Arte e sull'Artese rechazó el trabajo presentado por el ilustrador italiano Bruno Bozzetto. Éste, enojado con el fallo del jurado, decidió grabar un corto animado criticando el hecho y para ello se puso en contacto conmigo, con la idea de que vuestro Sr. Rossi representará veladamente al minusvalorado Bozzeto. Y así, en “Un Oscar para el Sr. Rossi”, un ilusionado yo grababa una película para ser vilipendiada injustamente por un inútil jurado y por ello, en un ataque de ira, decidía destrozar la cinta. Sin embargo, la nueva “producción” del metraje terminaba accidentalmente en manos del mismo jurado que, en esta ocasión, decidía concederla el primer premio. Sobra decir que este corto se convirtió en un auténtico éxito, principalmente porque gran parte del público se identificó conmigo, al representar a la clase media italiana en un momento de crecimiento económico sin precedentes, pero donde a su vez los inconvenientes del progreso se iban haciendo cada vez más patentes: alienación, soledad, incomunicación, stress, contaminación, etc.

Motivado por esta excelente acogida, Bozzetto entró en contacto con el también italiano y animador Guido Manuli con objeto de rodar más cortometrajes en torno a mi figura. Una vez acordados los pingües emolumentos a cobrar por mi participación (aparte de un jugoso porcentaje del merchandising generado) comenzamos a planificar nuevas historias. De esta forma, entre 1963 y 1974 rodamos 6 cortos más, todos titulados en torno a mi nombre: “El Sr. Rossi va a esquiar”, “…en la costa”, “…compra un coche”, “… de camping”, “… de safari fotográfico”, y “… en Venecia”. Esta temática tan “viajera” no sólo me permitió conocer nuevos países, sino a su vez me abrió las puertas al estrellato mundial. Cada episodio resultaba ser un excepcional retrato social de la época, desde una perspectiva marcadamente irónica y hasta algo amarga en ocasiones que entusiasmó al público europeo e incluso al norteamericano (estos principalmente por el tono lisérgico de las animaciones y la psicodelia de su colorido). Convertido en icono de la cultura “beat” y en mascota del movimiento “druggie”, el siguiente terreno a conquistar fue el musical. Apadrinado por el jazzista milanés Paolo Tomelleri, el empujón definitivo llegó a cargo del Quincy Jones transalpino: Franco Godi, con el conocidísimo tema “Viva la felicita” y a su vez banda sonora de mi primer largometraje, “El Sr. Rossi busca la felicidad”, rodado en 1976, y ambientado en una visita a la mansión del filántropo Hugh Hefner, que se convirtió en la película más vista del año.

¡Gran amigo de la farándula!

Con el paso del tiempo, y echando la mirada atrás, debo admitir que lo que en aquel momento me parecían días de vino y rosas, no dejaba de ser el lento, pero inexorable, fin de mi carrera. Los abusos de todo tipo de sustancias junto a escándalos sexuales de cualquier índole acabaron pasando factura al personaje. “Las vacaciones del Sr. Rossi” (1976) y “Los sueños del Sr. Rossi” (1977) fueron las últimas películas que grabé, siendo la segunda de ellas un auténtico viaje anfetamínico en la que la mitad del equipo de rodaje perdió la cabeza, y la otra, la virginidad anal. Desde entonces, viví en el ostracismo más absoluto hasta que, rehabilitado por el remix de “Viva la felicita” a cargo del grupo alemán de electro-lounge, De-Phazz, los chicos de Creatura se pusieron en contacto conmigo para proponerme lo que venís leyendo mes a mes. Por ello, y ahora más que nunca, ¡No cambiéis de canal y hasta la próxima!



Dedicado a mi padre, por las veces que nos aguantó y las buenas películas que supo elegir en aquel videoclub de Getafe.

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