Después del largo viaje de Bolivia y Perú, y de varios números contando mis andanzas por esos lugares vuelvo a la tierra que es ahora mi país de residencia: Brasil. Cambio el español por el portugués y esta vez repito una región de la que ya hable hace justamente un año: Minas Gerais, la tierra del queso y de la independencia.
“Hola de nuevo, Minas gerais”
Justamente el año pasado dediqué un número de este fanzine a Minas Gerais donde pase las navidades de 2008-2009. En aquella ocasión hable un poco de la historia de esta región típica de Brasil, que sin embargo, es prácticamente desconocidas fuera del país. Dicen que segundas partes nunca fueron buenas, pero en esta ocasión se equivocaron. Volví a según mi hermano, sus raíces brasileiras, visite de nuevo ese pueblo pequeño y extraño que es Dores de Campos, pasee de nuevo por las calles de piedra de Tirantes y conocí por fin Ouro Preto (oro negro), la joya colonial del Estado de Minas, pasando por São Thomé das letras, el pueblo mas hippie, y loco de todo Brasil.
Ouro Preto es sin duda la ciudad colonial más bonita de Brasil. Aunque existen otras ciudades lindas con sus calles de piedra, sus iglesias y casas del siglo XVIII, Ouro Preto es la exponente máxima de ellas, no solo por ser la más grande, con más iglesias, sino porque cuando se pasea por su centro histórico realmente parece que se ha vuelto atrás en el tiempo. Recuerda un poco a Toledo, por estar su centro histórico lleno de cuestas. Pero aunque nos lo creáis es todavía más cansado que Toledo, porque su centro histórico y sus iglesias se reparten por varias colinas, y para visitarlas todas necesitas tener unas buenas piernas. Eso sí, las vistas son maravillosas, se ve una ciudad antigua, en la que toda colina está coronada por una iglesia colonial, y rodeando esta ciudad, montañas de un verde esmeralda, que nos recuerda que estamos en el nuevo continente, en las Américas.
Sin duda una de las ciudades más bonitas que ya conocí, no solo por su arquitectura, por su buena conservación sino por el marco inigualable donde se desarrolló esta ciudad. Y como su propio nombre indica no solo podemos visitar iglesias, museos, casas señoriales sino también algunas minas de donde salió toneladas de oro hacia Portugal. Llegar hasta Ouro Preto fue fácil, solo seguir la carretera y las indicaciones, sin embargo, llegar hasta São Thomé das letras fue otra historia. Existen dos caminos para llegar a este pequeño pueblo. Seguimos las indicaciones que nos dio Marquinhos, un minero de pura cepa, e íbamos por la carretera tranquilamente hasta que vimos una señal que indicaba un camino de tierra hacia São Thomé, pensamos que nos habíamos equivocado y paramos a preguntar: estábamos en el camino correcto, para llegar al pueblo teníamos que ir por un camino de tierra por... 40 kilómetros! Pensé que era broma, pero no, es lo que tiene Brasil, nunca deja de sorprenderme. Nuestro amigo Marcos no nos dijo nada de esto, pero ya era tarde para ir por el otro camino asfaltado teníamos que volver 200 km para atrás. Así que al más puro estilo Carlos Sainz nos lanzamos por el camino de tierra.
El problema surgió cuando comenzó a llover en mitad del trayecto, y aquí en Brasil no llueve como en España, aquí es un verdadero torrencial, eso sí, afortunadamente duran unos 15 minutos y para. Tengo que confesar que pasé miedo, la lluvia casi no dejaba ver el camino lleno de agujeros, el barro hacia que el coche se escurriera a veces y encima estaba todo lleno de cuestas. Menos mal que nuestro conductor era Brasileiro y está acostumbrado, por algo dicen que Ayrton Senna conducía mejor que nadie bajo la lluvia. El susto pasó rápido y conseguimos llegar sanos y salvos a São Thomé das Letras, un pueblo famosos por sus cascadas, y por ser un pueblo hippie, las casas con pinturas de setas, flores, elementos cósmicos se repetían. Parecía que habíamos vuelto a los años 60 y estábamos en un viaje psicodélico. Sin embargo, el pueblo es bastante tranquilo. Dormimos en un hostal que en realidad era la casa de una anciana que alquilaba habitaciones, nos despertó con un desayuno maravilloso, y es que la comida minera es la mejor de Brasil. Paseamos por la ciudad, conocimos sus calles, sus gentes y fuimos a una de las cascadas más bonitas que ya visite. Fue un viaje con cultura, historia y naturaleza, esto es Brasil.
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