Su cuadro favorito era las tres gracias, para él era una exhibición de sensual voluptuosidad, un festival de curvas exuberantes que le catapultaba a las más altas cumbres del placer estético. Era un incomprendido y anacrónicamente desgraciado. Las chicas de su edad se ajustaban, casi todas, a los cánones actuales de belleza, delgadas, sin curvas, sin un gramo de celulitis, para él eran como el café descafeinado, carentes de personalidad . Por mucho que lo intentaba, no le despertaban sus instintos, únicamente se sentía atraído por
mujeres mucho mayores que él que nunca le hubieran tomado en serio.
Odiaba a la causante de su desgracia: la moda, y por ende a las modelos, actrices, famosas y demás miembros de la jet, aunque también detestaba la cirugía estética, las dietas milagro y, por encima de todo, detestaba esos programas informáticos que hacían que lo imposible pareciera real, cuánto daño estaban causando. Cuando aun estaba en el último año de instituto decidió que él arreglaría aquel desastre y haría comprender a todos lo hermoso y deseable de la belleza real, esa perfecta en su imperfección. La idea se le ocurrió por casualidad, por una epidemia de gripe en la escuela de su hermano. Su madre se enfadó muchísimo porque decía que siempre lo mismo, que si la cogía uno luego todos se enfermaban, que había que controlar mejor esas cosas y que ahora ya no tenía remedio. Desde aquel momento, supo cuál sería su meta en la vida, sería un artista de la nueva era y recuperaría el esplendor de lo autentico. Estudió ingeniería genética sólo para ser capaz de llevar a cabo su obra sublime.
Su primer objetivo fue New York, después París, Milán, Gaudí y, por último Cibeles. Ni una sola modelo, actriz o famosa escapó a las pinceladas de su creación. Algunas de ellas en Madrid ya dejaban ver los efectos que les estaba produciendo su invento. Su enfermedad, su innovadora idea, potenciaba la sensibilidad de las papilas gustativas y aumentaba ligeramente el apetito, de manera que cada comida era un deleite para los sentidos, un crisol de sensaciones que hacía complicado renunciar a degustar los alimentos. De esa manera esculpía los cuerpos sin que nadie pudiera hacer nada por evitarlo. La enfermedad duraba activa unos dos meses, dependiendo de cada persona, y era una genialidad indetectable, ni todos los retoques informáticos del mundo podían disimular los efectos que producía. Él, por un espacio breve de tiempo, consiguió satisfacer sus deseos estético-visuales al más alto nivel. Un hecho artístico maravilloso. Todas las mujeres más deseadas del planeta comenzaron a mostrar unas sospechosas redondeces, un aspecto saludable y, aunque parecía increíble, un aspecto más feliz. La prensa no entendía lo que estaba pasando, ellas tampoco y elmundo estaba conmocionado. Pronto todo comenzó a cambiar, él tan sólo quería crear una obra artística a su gusto, crear una nueva perspectiva, pero lo que sucedió, eso, no lo esperaba: poco a poco las mujeres sencillas, su madre, sus amigas, sus tías, todas las que él conocía, comenzaron a mostrarse más relajadas, más seguras de sí mismas, explotando sus encantos sin pudores estúpidos, estaban esplendorosas. Aquello hizo que los hombres también se sintiera mejor al verlas más pletóricas y menos encorsetadas de lo que jamás habían conocido.
La vida activa de la enfermedad que había inventado se terminaba y pronto todo volvería a la normalidad, nunca pensó que satisfacer sus deseos tendría aquella repercusión. Esperó aquel momento con pena y melancolía. Pero pasaron los dos meses, luego tres, y después cuatro y nada. Las modelos, actrices y famosas seguían mostrando aquel nuevo aspecto voluptuoso y sensual. Se había convertido en la nueva moda, en lo más interesante del momento.
Viendo el furor mundial que se estaba produciendo, pensó que si lo hacía público, si le contaba al mundo lo que había sucedido realmente, todos estarían orgullosos de él, le darían el Nobel, como poco, y querrían más dosis de su enfermedad artística. Y lo hizo, confesó para hacer el mundo un poco mejor, para ensalzar la belleza real, cotidiana. Se equivocó, el mundo no estaba preparado para cambiar, le encarcelaron por un delito contra la salud pública, fue noticia durante un tiempo, todas las modelos, actrices y famosas lo denunciaron por daños y perjuicios y eso encantó a la prensa. De nuevo se sintió incomprendido. Después se olvidaron de él, pasó de moda. En la cárcel decidió aislarse, no quería saber nada del mundo exterior que tan mal se había portado él.
Cumplió su condena y, al salir de la cárcel a aquel mundo hostil y falso, lo estaban esperando. Había muchísimas mujeres y hombres con pancartas dándoles las gracias. Resultó que la elite de la sociedad no estaba preparada para su visión pero la gente corriente sí y el cambio fue imparable. No dio crédito hasta que, vio los carteles con aquellas modelos y famosas tal y como las recordaba, llenitas y lozanas, como a el le gustaban.
Nunca le concedieron el Nobel pero si cumplió su sueño: ser un artista y conseguir que la autentica belleza hiciera a todos tan felices como a él.
mujeres mucho mayores que él que nunca le hubieran tomado en serio.
Odiaba a la causante de su desgracia: la moda, y por ende a las modelos, actrices, famosas y demás miembros de la jet, aunque también detestaba la cirugía estética, las dietas milagro y, por encima de todo, detestaba esos programas informáticos que hacían que lo imposible pareciera real, cuánto daño estaban causando. Cuando aun estaba en el último año de instituto decidió que él arreglaría aquel desastre y haría comprender a todos lo hermoso y deseable de la belleza real, esa perfecta en su imperfección. La idea se le ocurrió por casualidad, por una epidemia de gripe en la escuela de su hermano. Su madre se enfadó muchísimo porque decía que siempre lo mismo, que si la cogía uno luego todos se enfermaban, que había que controlar mejor esas cosas y que ahora ya no tenía remedio. Desde aquel momento, supo cuál sería su meta en la vida, sería un artista de la nueva era y recuperaría el esplendor de lo autentico. Estudió ingeniería genética sólo para ser capaz de llevar a cabo su obra sublime.
Su primer objetivo fue New York, después París, Milán, Gaudí y, por último Cibeles. Ni una sola modelo, actriz o famosa escapó a las pinceladas de su creación. Algunas de ellas en Madrid ya dejaban ver los efectos que les estaba produciendo su invento. Su enfermedad, su innovadora idea, potenciaba la sensibilidad de las papilas gustativas y aumentaba ligeramente el apetito, de manera que cada comida era un deleite para los sentidos, un crisol de sensaciones que hacía complicado renunciar a degustar los alimentos. De esa manera esculpía los cuerpos sin que nadie pudiera hacer nada por evitarlo. La enfermedad duraba activa unos dos meses, dependiendo de cada persona, y era una genialidad indetectable, ni todos los retoques informáticos del mundo podían disimular los efectos que producía. Él, por un espacio breve de tiempo, consiguió satisfacer sus deseos estético-visuales al más alto nivel. Un hecho artístico maravilloso. Todas las mujeres más deseadas del planeta comenzaron a mostrar unas sospechosas redondeces, un aspecto saludable y, aunque parecía increíble, un aspecto más feliz. La prensa no entendía lo que estaba pasando, ellas tampoco y elmundo estaba conmocionado. Pronto todo comenzó a cambiar, él tan sólo quería crear una obra artística a su gusto, crear una nueva perspectiva, pero lo que sucedió, eso, no lo esperaba: poco a poco las mujeres sencillas, su madre, sus amigas, sus tías, todas las que él conocía, comenzaron a mostrarse más relajadas, más seguras de sí mismas, explotando sus encantos sin pudores estúpidos, estaban esplendorosas. Aquello hizo que los hombres también se sintiera mejor al verlas más pletóricas y menos encorsetadas de lo que jamás habían conocido.
La vida activa de la enfermedad que había inventado se terminaba y pronto todo volvería a la normalidad, nunca pensó que satisfacer sus deseos tendría aquella repercusión. Esperó aquel momento con pena y melancolía. Pero pasaron los dos meses, luego tres, y después cuatro y nada. Las modelos, actrices y famosas seguían mostrando aquel nuevo aspecto voluptuoso y sensual. Se había convertido en la nueva moda, en lo más interesante del momento.
Viendo el furor mundial que se estaba produciendo, pensó que si lo hacía público, si le contaba al mundo lo que había sucedido realmente, todos estarían orgullosos de él, le darían el Nobel, como poco, y querrían más dosis de su enfermedad artística. Y lo hizo, confesó para hacer el mundo un poco mejor, para ensalzar la belleza real, cotidiana. Se equivocó, el mundo no estaba preparado para cambiar, le encarcelaron por un delito contra la salud pública, fue noticia durante un tiempo, todas las modelos, actrices y famosas lo denunciaron por daños y perjuicios y eso encantó a la prensa. De nuevo se sintió incomprendido. Después se olvidaron de él, pasó de moda. En la cárcel decidió aislarse, no quería saber nada del mundo exterior que tan mal se había portado él.
Cumplió su condena y, al salir de la cárcel a aquel mundo hostil y falso, lo estaban esperando. Había muchísimas mujeres y hombres con pancartas dándoles las gracias. Resultó que la elite de la sociedad no estaba preparada para su visión pero la gente corriente sí y el cambio fue imparable. No dio crédito hasta que, vio los carteles con aquellas modelos y famosas tal y como las recordaba, llenitas y lozanas, como a el le gustaban.
Nunca le concedieron el Nobel pero si cumplió su sueño: ser un artista y conseguir que la autentica belleza hiciera a todos tan felices como a él.
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