EL AMANTE



Bajo las sábanas, la piel sabe a Luna nueva. Al tacto, las curvas femeninas se le antojaban curiosas; sus relieves, a veces, abruptos, otras voluptuosos, siempre le sorprendían. No le importaba si sus amantes eran gordas o flacas, si eran muy guapas o muy feas, esos conceptos se le antojaban estúpidos y obsoletos. Bajo las sábanas, el cuerpo ajeno es un refugio. A él solo le bastaba un roce para saber quién sería aquella noche la afortunada. Una piel sedosa y cálida era lo único que necesitaba para sentirse tentado, para que se le encendieran todos los instintos predadores. Bajo las sábanas, todo explorador es inexperto. Cada noche descubría inhóspitos paraísos, lugares vírgenes llenos de placer sólo para èl. Después lo dejaban marchar agradecidas y satisfechas, sin desear promesas. Él se sumergía en las simas prohibidas con suma delicadeza, profundizando en el Edén de sus secretos. Bajo las sábanas, el tiempo es tormenta en el océano. Las noches se le antojaban un ejercicio de supervivencia, necesitaba beber el elixir que aquellas mujeres le regalaban a cambio de sus caricias para poder vivir los días vacíos. Bajo las sábanas, los suspiros son el único alimento. Era tal su destreza, su deseo del gemido ajeno, que hacia bailar sus dedos al compás de la melodía que orquestaba su boca y, cuando penetraba en la inmensidad de lo no visto, ellas alcanzaban el éxtasis de inmediato. Él las dejaba disfrutar, regodearse en ese instante precioso y después continuaba su hazaña épica conquistando la gruta desconocida una y otra vez, hasta que ellas morían en sus brazos para después renacer con la luz de la mañana. Bajo las sábanas, la generosidad es el único estandarte. Todo era por y para ellas, su única obsesión era dar más y más, siempre a cuerpos distintos, siempre para que, durante una noche, ellas sintieran lo hermosas, lo especiales que eran, que se sintieran princesas. Ellas, diosas por una noche. Bajo las sábanas, cualquier cambio es posible. Lo que ellas no sabían es que él nunca las olvidaba, a ninguna de ellas, se deleitaba viendo el efecto de su regalo. Ellas, desde aquella noche, se sabían capaces de todo, sagradas, merecedoras del universo. Gordas, flacas, guapas, feas, todas, llenas de un amor que ya no se conformaría con menos.

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