INTERNET KILLS THE PORN MAGAZINE. CANALNOSTALGIA

Queridos Queridos amigos de Canalnostalgia, este mes nos ocupamos de un añorado por muchos elemento de liberación y a la vez un elemento desechado por el tiempo, un invento superado por la imaginación siempre en funcionamiento del hombre moderno, ¡Gloria a la tecnología y el pensamiento digital! Hablamos, queridos míos de mi corazón, de la Revista Porno.
Internet kills the porn magazine Porque siendo honestos: ¿Quién negará haber visto, ojeado, hojeado (si es que se podía) una de estas revistas, tan denostadas, que se compraban ocultas con el periódico o la revista intelectual de turno (desde la desaparición del porno cuántas revistas ha vendido Época)? Eran un gran invento, muy útil.


El último representante de esa literatura para leer con una sola mano que tantas alegrías ha dado a tantos. Mujeres lúbricas, en poses fabulosas, con hombres que, no nos engañemos, no importaban un pimiento, hacían las delicias de adolescentes y salidillos en general a lo hora de aliviar sus tensiones. Porque, aunque parezca mentira, la imaginación del pajillero se agota y ahí venía la revista a dar ideas, a mostrar lo que se pensaba, a ayudar a recuperar la perdida potencia.

Guardadas bajo la cama, o escondidas en el fondo de los cajones donde todo el mundo sabía que estaban aunque nadie lo admitiera. “No mires ese cajón que tiene mi hermano ahí el porno”. Y no mirábamos porque aún éramos pequeños, pero más mayores siempre había quién hacía una incursión en esos prohibidos cajones donde mujeres imposibles nos ofrecían todo lo que tenían. ¡Qué hospitalarias mujeres que daban todo por apenas 200 pelas!
Tenían, todos lo sabemos, muchos inconvenientes. Pasar las páginas en esos momentos cruciales no era nada fácil. El hecho de tener que sujetarlas con las manos. Y, por asqueroso que les parezca a muchos y a muchas, sus páginas imposibles de leer porque estaban pegadas.

Por eso la tecnología, que avanza que se las pela y que está dominada, a qué engañarnos por pajilleros pseudoadolescentes, fue arrinconando a la revista porno no en el cajón o en el kiosco, si no directamente en la desaparición lo que ha supuesto por el contrario la proliferación de revistas de caza, motos o confección de flores de papel con papel pinocho.

La revista ha salido de las manos de los adolescentes y los pajilleros (excepto de los nostálgicos o de Bender D. Rodríguez, prodigio de lo digital pero amante del porno analógico) para ser sustituida por internet, ese red global de pornografía (no otra cosa es internet, una forma de universalizar y compartir cualquier perversión que a un tipejo de cualquier lado del mundo se le ocurra y que ya le habrá ocurrido a un japonés antes), que con su muchísima variedad y posibilidades (¡porno en directo, amigos pajilleros!) ha derrotado finalmente al papel. Es verdad que el papel acababa mojado, manchado, pegado y oliendo mal, pero esa posibilidad de tocar a la fabulosa siquiera fuera en papel es difícil de igualar. Lo mismo ha sucedido con el VHS muerto por su incomodidad (adelante atrás todo ese ruido la posibilidad de que se rompa, se enganche) y sustituido por el DVD y su selección de escena y de imagen (por fortuna para los admiradores de Melanie Coste o Nacho Vidal), la revista ha sido sustituida por nuevos formatos, mejores formatos, pero que no tendrán nunca la cualidad y la tangibilidad de la revista. Si bien esa tangibilidad fuera tantas veces tan asquerosa.
Volvamos por un día nuestras fantasías al Lib, al Penthouse, y cambiemos un rato de Canal, dejemos internet y… ¡Squirt, Squirt, Splash!

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