EL HUMANOIDE (HISTORIAS DE LOS ANIMALES) HOY LA MONA CHITA

La vida de la archiconocida “Mona Chita” nunca fue fácil. En primer lugar porque no era una mona, sino un chimpancé. Y además, macho. Pero los lumbreras de Hollywood pensaron que mejor que hiciera de mona y, literalmente, lo castraron, hormonaron y convirtieron en el primer mamífero transexual de la historia.
Pero no nos adelantemos a los acontecimientos y retrocedamos en el tiempo casi un siglo, a la castellonense población de Peñiscola. Corría el año de 1930 y aquello era un hervidero de neohippies y fumetas que creían haber encontrado en tan costera zona su Shangri-La particular. Entre ellos, se encontraba un pequeño primate que no hacía dos años que había llegado a la citada localidad, escapando de las persistentes garras de la justicia de su Tanzania natal donde había sido perseguido por traficar con cuernos de rinoceronte.
Una vez en Peñiscola y ante semejante panorama, no le costó mucho entrar en contacto con las mafias locales y ponerse a pasar hash del bueno. El homínido, de nombre real Kimondo Mara, empezó a despuntar rápidamente y ello le llevó a ascender en la jerarquía mafiosa en pocos años. Así, en 1934, tenía su propia banda y dominaba con mano de hierro toda la zona del barrio de La Cova. Sin embargo fue entonces cuando cometió un error que a la postre resultaría dolorosísimo para su bolsa escotral, pero tremendamente beneficioso para su afán de popularidad. Tentado por los rumores de un nuevo tipo de droga llamada MDMA, decidió embarcarse en un viaje a las peligrosas tierras de Mauritania para probar in situ la mercancía y ver que posibilidades de transporte había hacia la península.
Sin embargo el pobre no llegó ni a entrar en el país. Durante un repostaje en el aeropuerto de Argel, fue reconocido por oficiales de la Interpol y detenido inmediatamente, con la intención de extraditarle a Tanzania para ser juzgado por su delictivo pasado. Pero aun eran tiempos en los que el colonialismo tenía una fuerte presencia en las tierras africanas, y de esta forma el marqués británico Lord Greystoke, no encontró mucha dificultad en sobornar a aquellos dos oficiales y hacerse cargo de Kimondo. De camino a Los Ángeles, y mientras se limpiaba los restos de semen que le quedaban en la cara, Lord Greystoke contó a Kimondo su original plan: Rodar películas porno basadas en el bestialismo más puro y duro. El reparto estaba completo exceptuando la fémina protagonista, y para ese papel, había pensado en él nada más verlo por su rostro añiñado. Obviamente había que arreglar su molesta protuberancia prepucial, pero una vez extirpados sus órganos sexuales y sustituidos por unos labios vaginales de lo más libinidosos, daría más que el pego. Mientras Kimondo se retorcía en su asiento hasta sangrarle el ojete, se enteró de que la forma de evitar la implacable censura de la época, sería rodar a fondo perdido unos bodrios basados en la vida de pobre capullo criado en la selva por monos hasta llegar a convertirse en el rey de los animales, y de paso, aprovechar los decorados y los supuestos actores para rodar films como: “¡Qué ganas de banana!” o “El amor junglero entra por el agujero”.
Irónicamente, años después, Kimondo era agasajado por la crítica en su artificial papel de “Mona Chita” mientras que entre el público más hardcore se reverenciaba su especial disposición para el doble anal-doble vaginal. Y lo peor es, que al final, le acabó gustando.

No cuentes a mí me gustan también los rabos

2 comentarios:

mammamia dijo...

se sale este mes el CREATURA,JAJAJA

Julio Vegas dijo...

Hay mucho humor!