Ana Pérez Cañamares es una joven escritora canario-madrileña. Sabemos que en esto de la literatura la palabra joven no se aplica con la misma medida que en otras disciplinas. Para un futbolista ya es muy tarde cuando para un escritor es aún demasiado pronto. Así que sin hablar ahora de su edad ni de otras cosas, diremos siemplemente que Ana Pérez Cañamares es una joven escritora. Participante en diversas antologías, fanzines, revistas literarias, nuestra autora a dado a la prensa dos libros en solitario, el libro de cuentos En días idénticos a nubes y posteriormente este que nos ocupa, de poemas, La alambrada de mi boca.
Su libro de cuentos, con un estilo actual, con personajes siempre en esa edad indefinida (lo mismo 12 que 92) de la adolescencia, con una tendencia que mezcla lo íntimo con lo irónico y lo realista con cierta tendencia a lo mágico, es difícil de encontrar, que no de leer, según propias palabras de la autora.
Pero vayamos ya al libro que nos ocupa este artículo de hoy. Publicado por la editorial Baile del Sol el libro parece que de momento está teniendo más vuelo que el anterior. También es cierto que la autora es más madura en estas lides, no sólo como artista, sino también como “presa” de editoriales y del mundillo editorial y literario.
El libro, pubicado en 2007, aparece divido en tres partes o capítulos. Tres, Dos y Una son sus títulos. Con ello se marca la relación la poeta con otras personas: tres son la propia poeta, su hija y su madre; dos la poeta y su amor; una es la propia poeta. Realmente y como no podía ser de otra manera, la verdadera protagonista de las tres partes es la autora, la poeta y sobre ella y su biografía pivota el total de la obra. Si bien en cada una de las partes lo que encontramos en su particular visión o su forma de relacionarse tanto con su madre como con su hija o su amor.
Estamos ante un poesía íntima, poesía del yo (la poesía que más en boga está y la más real o cierta que tal vez se pueda encontrar y por tanto la más sincera y la más necesaria). Es una poesía contruída a base de cotidianeidad, a base de biografía íntima, de momentos de intimidad, de gotitas de vida de la propia poeta que nos desgrana no sólo su vida grande de aspiraciones literaria y vitales, sino también y sobre todo
Su vida pequeña, su vida diaria que nos explica la verdad sobre alguien, sobre su propio interior. Esta poesía, como ya comentamos en otra ocasión, puede tener el problema de llegar a ser demasiado personal, de volverse intrascendente para un lector imparcial. No parece este el caso de Ana Pérez Cañamares, que sabe darle finalmente un vuelo a sus poemas para que sean no sólo entendidos y asumidos por el lector, sino sobre todo y ante todo compartidos, como si la experencia de la autora fuera universalizante a pesar de lo pequeña que pueda parecer o que realmente es. Tal vez sea este el mayor acierto de la poesía de la autora canario-madrileña, la capacidad para trascender de su yo y llegar al lector.
Para ello y ayudando mucho a esta labor encontramos que es una poesía hecha con palabras básicas, con palabras de la vida normal y cotidiana. Con un ritmo que no se sale de lo normal, que hace que los poemas parezcan contandos por una amiga que nos los va diciendo mientras bebe con nosotros una cerveza. Una poesía que no sé si por casualidad
O pretendidamente huye de las complejidades y se hace básica a la vez que se ve básica la vida que nos va trasladando. Y que hace que la vida básica que nosotros conocemos nos recuerde a esa que leemos y que podamos así no sólo entenderla sino incluso asumirla como propia de nuestra experiencia, de nuestra vida.
Destacable es cierta presencia de la literatura en el devenir de esta poesía, referencias mínimas, casi escondidas a esta literatura que ha formado parte de la autora, que forma la vida de quien nos cuenta y que hace que lo nos cuenta se refleja en ello. Así tenemos una visión un tanto literaria de la realidad, todo es un poema, todo es material literaturizable (“Contar una historia es fácil...” y otro ejemplos que por falta de espacio no citamos).
De entre sus poemas podríamos destacar dos, Ortodoncia, que casi da título al poemario y “He sido la última entre mis hermanos...” Concluyendo, poesía de la experiencia que parece trascender, poesía simple y humana.
A Cristina, nuevamente.
2 comentarios:
Muchas gracias, Rubén, por tus palabras tan cariñosas, tan precisas, tan cercanas.
Una cuidada y contundente presentación de un estupendo poema-río.
y en sus aguas nadamos
contraviento, ese viento
que quisiera borrarnos,
hundirnos, antes que dejarnos llegar a la orilla hermana de la poesía en resistencia.
¡¡Enhorabuena, compas!!
Un beset, Ana
Víktor
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