TALLADOR DE ROCAS. UN RELATO MUY BIZARRO DE JUANJO RAMIREZ MASCARÓ
DIARIO DE UN TALLADOR DE ROCAS.
10 de Octubre
Me han traído una nueva pieza. Trescientos kilos de roca maciza.
Ignoro su lugar de procedencia. No pregunto al respecto. Es una norma no escrita entre mis suministradores y yo. Esta piedra es demasiado antigua. Más antigua que toda civilización humana. No puede haber sido obtenida mediante procedimientos legales.
A la mierda la ley. El Arte está por encima de la ley. El arte es la ley.
11 de Octubre
Toda la maldita noche en vela.
Mi mente un hormiguero de pensamientos, de impulsos inexplicables, de obsesiones sin nombres y sin formas, que siempre terminan estrellándose en la misteriosa superficie de ese trozo de roca que aguarda en la sala de trabajo.
Pensaba post-poner un par de días el inicio de la nueva escultura. Me gusta dejar un poco de aire entre una obra y la siguiente.
Pero hay algo en esta roca. Una forma que suplica emerger de entre la piedra.
Quedan apenas tres horas para el amanecer, y en cuanto deje este bolígrafo, retomaré el martillo y el cincel.
No soporto esperar. Esta vez no.
12 de octubre.
La roca me asusta. Me atrae. Me horroriza. Me obsesiona. Me posee.
Es habitual que la materia prima converse con el artista. Es normal que la propia piedra sugiera la forma que desea tener.
Pero esta roca antediluviana no sugiere. Impone. Ordena. Obliga. Tiraniza. No deja espacio alguno para la voluntad de quien la esculpe.
Ella decide qué pedazos sobran y cuáles deben conservarse. Hay algo obsceno en ese inexplicable magnetismo.
13 de octubre.
Tengo que reconocerlo abiertamente: Me estoy follando a esa roca. Me la follo con el cincel, sin clemencia ninguna. Es ella quien lo ordena.
Me olvido de comer. Y de dormir. Comer es secundario. Dormir una pérdida de tiempo. Follar. Tallar. Follar. Tallar. Follar. Pulverizar los pegotes de materia innecesaria. Pulir las vetas de la roca. Estratos de milenios que quizá no conocieron la luz.
Empiezo a intuir la forma de la roca. La verdadera forma. La que aguarda oculta tras todas esas capas de morralla innecesaria. Es una forma abominable, pero lasciva. Una diosa del pecado. Una virgen del horror. Ya puedo imaginarla, sentada en su trono de pulpa viscosa. Siento deseos de postrarme ante ella, de masturbarme ante ella, de renegar de mi condición de hombre, y convertirme en su esclavo, en su animal inmundo. Quiero mear sobre mi propia dignidad, y arrancármela de cuajo, y presentarla como ofrenda ante esa virgen de lo abyecto.
Me voy a comer algo. No. Mejor dormir. Dormir un par de horas.
No… Mejor esculpir. Ya falta poco. ¡Muy, muy poco!
14 de octubre.
Ya está terminada.
¡Qué formas! ¡Qué curvas tan ofensivas! ¡Qué repugnante atentado contra la armonía! ¡Qué criatura tan excitante, maldita sea! Maldita ella, y maldito el cincel que la ha descubierto en las profundidades de la roca.
¡Qué expresión en su cara! Una expresión de burla, de desprecio hacia todo y hacia todos. Sentirme despreciado por ella es el fin último de mi existencia. Así lo percibo.
La piedra de su cuerpo es tan lisa, tan fría, tan irrefutable…
Quiero tocarla, pero no me atrevo a tocarla. Quiero lamerla, pero no me atrevo a lamerla. Quiero barnizarla con mis propios excrementos, y con mi propia sangre. La amo. Quiero que me ordene revolcarme como un gusano en el fango. Quiero obedecer. Quiero que me ordene torturar a mis hijos. Quiero obedecer.
Es la diosa de las putas. Ni siquiera tiene forma humana. No es humana. Es un monstruo. Tiraría toda mi vida a los abismos si ella me lo ordenase.
¡Oh, si tan sólo me lo ordenase!
16 de octubre.
¿Tienen las estatuas corazón?
Si acerco la oreja a la piedra puedo intuir una leve vibración. Un estremecimiento. Algo así como el fantasma de un latido. Un tambor viscoso, como de peces muertos chapoteando en una ciénaga.
La propia piedra cruje de manera casi imperceptible.
16 de octubre (unas horas más tarde).
Me he desmayado. Demasiado tiempo sin comer.
El desmayo ha metido ideas raras en mi cabeza. ¿Y si la piedra es una cáscara? ¿Y si la diosa aguarda al otro lado del cascarón, real como la muerte misma, en carne y hueso, o tal vez en algo más orgánico y palpitante que la carne?
17 de octubre.
Tengo miedo de golpear con el cincel. Si de verdad está ahí dentro, no soportaría hacerle daño.
Pero no puedo esperar. Quiero que salga del cascarón. Quiero que se mueva por el mundo, con una cadencia erótica, pisoteándome, obligándome a cometer aberraciones, bailando pecaminosamente sobre las cenizas de Dios.
18 de octubre.
¡Acaba de salir del cascarón!
Es preciosa, insoportable, inmunda.
Huele a tumbas podridas. Quiero devorarla. ¡No! ¡Quiero que ella me devore a mí! Quiero que me clave esos colmillos finos, esos traslúcidos alfileres que asoman en las comisuras de su boca. Quiero que se beba mi sangre, que succione todos mis fluidos. ¡Oh! ¡Cuántos agujeros tiene! Decenas de ellos. Lubricados con inmundicias. Se tragan mi miembro con dolorosa voracidad, y mis extremidades. Las succionan y las aprietan hasta hacer crujir los huesos.
Quiero morir asfixiado en sus mucosidades.
Pero ella tiene otros planes para mí. Y yo obedezco. Soy su esclavo.
Y si todo sale bien, dentro de poco vosotros también obedeceréis.
Es vuestra diosa.
JUANJO RAMIREZ MASCARÓ
Director de “GRITOS EN EL PASILLO”, escritor y amigo del CREATURA ha tenido a bien regalarnos este relato que espero te haya resultado entretenido.
EL KEBRANTAVERSOS agradece eternamente a JJ su atención con CREATURA
http://juanjopeanuts.blogspot.com/
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1 comentario:
Gracias a ti, Kebran!!!
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